El municipio de Vandellòs i l’Hospitalet de l’Infant cuenta con cinco núcleos abandonados. Se trata de pequeños pueblos que, con el paso del tiempo, quedaron deshabitados, y donde sus edificaciones se fueron deteriorando a causa del abandono. Uno de esos pueblos es el de Castelló, situado en las inmediaciones de la carretera C-44, entre Masboquera y Vandellòs, y a unos 10 kilómetros de L’Hospitalet de l’Infant.
Este núcleo era frecuentemente visitado por habitantes de la zona, que disfrutaban de un entorno tranquilo y rodeado de naturaleza para pasar el día o hacer fiestas. El 13 de diciembre de 1994, en plena celebración de la Festa Major de Santa Llúcia, patrona de Castelló, un grupo de jóvenes tuvo la idea de reconstruir el pueblo de Castelló y hacerlo visitable.
Así comienza la historia de la Associació Masia de Castelló, que desde hace 25 años trabaja para revitalizar el pequeño pueblo de Castelló, abandonado durante la década de 1950. Los primeros pasos consistieron en despejar la vegetación que con el paso del tiempo se había impuesto sobre las edificaciones y conseguir que los propietarios cedieran los inmuebles. «Fueron años de mucha euforia, de días enteros recuperando el patrimonio del pueblo», explica Conrad Solé, vocal de la junta de la entidad.
El objetivo de la entidad es, por tanto, recuperar la historia de Castelló, trabajar para conservar y rehabilitar ese patrimonio, y hacer que todos puedan disfrutar de él. Así, la asociación cuenta con la titularidad de cerca de la mitad de casas, que han podido reconstruir en mayor o menor medida en función de su estado y la situación legal.
Pessebre dels Estels
La actividad más reconocida de la asociación es el Pessebre dels Estels, un belén viviente que se organiza cada año desde 1998 en las casas de Castelló. Fue una de las primeras iniciativas de la entidad para dar uso al patrimonio que se había rehabilitado en Castelló.
Actualmente, este pesebre cuenta con la participación de más de 300 personas, entre actores y voluntarios. Su preparación comienza un mes y medio antes de la celebración. Los miembros de la entidad verifican que las condiciones de los edificios sean las adeacuadas y proceden a las reparaciones necesarias. Luego, se preparan las escenas y se ajustan en función de la disponibilidad de actores. Solé explica que «hay actores que llevan años en la misma escena, mientras que otras han pasado de abuelos a nietos». En cuanto a organización, «cada uno aporta lo que puede», según Solé. Así, los voluntarios son necesarios para la gestión del acceso, la venta de entradas, etc.
Una característica peculiar es que entre las escenas del pesebre se encuentran oficios tradicionales que se llevaban a cabo en Castelló a finales del siglo XVIII i principios del XIX. «Además de las escenas típicas bíblicas, recreamos también la historia del pueblo para ponerla en valor y darla a conocer», comenta Solé. Además, el pesebre cuenta con un recorrido marcado, que permite a los asistentes ver todas las escenas. Este cambio se introdujo debido a la pandemia, pero ha sido bien recibido y se ha mantenido en esta edición, que se ha podido visitar el pasado y el presente fin de semana, siendo hoy el último día.
Futuro del patrimonio
Actualmente, la entidad está tramitando junto al Ayuntamiento –con el que han mantenido siempre una colaboración positiva– y la Generalitat un plan urbanístico especial. El objetivo de este plan es poder habilitar los edificios de Castelló para desarrollar más actividad.
La entidad busca dar un uso al patrimonio que rehabilitan, respetando también el medio natural de Castelló. Así, trabajan junto a la Universitat Rovira i Virgili en una cátedra que estudia qué hacer para reavivar estos núcleos abandonado. Algunas de las propuestas de la asociación son establecer un espacio de coworking, abrir un bar y, en definitiva, devolver la vida y la actividad a Castelló desde una visión sin ánimo de lucro, y sin el objetivo de rehabitar el pueblo.