Una gran nevada acecha Barcelona, como la de 1962 o la de 1999. Los meteorólogos avisan, pero no hasta el punto de que un grupo de tertulianos, que no se soportan, se quede atrapado en una televisión. Ellos, el equipo de la cadena y un invitado especial. En una atmósfera crispada, de tensión, se produce el primer asesinato. Todos son sospechosos. Todos posibles víctimas. Mort en diferit (La Campana) es un cozy crime, la segunda entrega de Max Margarit, el peculiar investigador creado por el periodista, profesor, comunicador y escritor Toni Aira, ya protagonista de Cos a terra. El autor lo presentó ayer en El Círcol de Reus.
¿Qué mal le han hecho los tertulianos?
Lo pasaría a la primera persona porque formo parte.
No he querido preguntarlo así.
Hacemos mucho mal, pero también bien. Intento proyectar un colectivo que no deja de ser parte de la condición humana y, como todo, capaces de lo más grande y de lo más bajo. Esto, en situaciones de tensión, sale a pasear y te retrata, no solo como tertuliano, sino como humano.
Sobre todo, cuando han caído en desgracia, como su protagonista.
Él es tertuliano a contracorriente. No asume que, en realidad, todos tenemos alma de tertuliano y no nos gusta admitirlo. Lo que hacemos hoy en día a través de las redes o lo que se había hecho toda la vida en los bares o en las sobremesas, aquello que tenemos estigmatizado como el cuñado... El cuñado no es el único tertuliano de la mesa. Todo el mundo lo es, quien más, quien menos y más hoy en día, que tienes en la palma de la mano lo que te hace creer que puedes saber de todo o hablar de todo. La figura del tertuliano, que está muy denostada, muy estigmatizada, no deja de ser un espejo de la sociedad que tenemos.
Ha incluido a M. Rajoy.
Lo hice incluso antes de que Jorge Fernández asumiera que todo el mundo entendía que era él.
Destaca las frases de Adenauer, Andreotti y Churchill sobre los compañeros de partido. ¿Las 23 puñaladas a Julio César están vigentes?
Sí, es un clásico revisitado. Hoy, ayer y siempre. Crea escuela y además, como a los que lo hacen les funciona, aunque sea durante un cierto tiempo, hay quienes no superan la tentación de irlo replicando. Pongo estas tres frases precisamente como una especie de servicio público para tertulianos o aprendices de tertulianos porque habitualmente salen mal dichas o mal atribuidas.

Usted ha trabajado en el Barça. ¿Hay tanta tensión como en política?
Más. Es el espacio de poder simbólico, no solo económico, más importante que tenemos en casa. Esto se manifiesta en que todo se multiplica por muchísimo. Las pasiones que despierta, las envidias, las aspiraciones son incomparables con lo que puedas encontrar en otro lugar. Hace un tiempo hubo un conseller, en ejercicio aún, que dijo que en Catalunya era más importante ser presidente del Barça que President de la Generalitat y todo el mundo se quedó asombrado. Pero lo decía simbólicamente, en el sentido de proyección, de poder, lo que te llega desde el punto de vista internacional, lo que arrastra el Barça, desde un punto de vista económico, de prestigio, social... No tenemos nada más que se le parezca, mal que le pese a la política.
¿Max Margarit es un poco usted?
Dicen que es un alter ego... Lo que sí que he hecho posible es que sea un yo mejorado. En el sentido de que él puede hacer cosas que yo, en principio, por aquello del instinto de supervivencia y de vida en comunidad, no puedo hacer. Pero realmente, también es un vehículo para retratar, desde la sátira, desde el humor y desde el entretenimiento de una novela clásica de misterio... haces vehicular cosas que dichas seriamente pasarían muy mal. Así pasan mejor, les quitas hierro, al mismo tiempo que lo dejas dicho. Esto, en el día a día, no lo puedes hacer.
Margarit todo lo encuentra inconstitucional. ¿Para usted, qué es inconstitucional en el día a día?
Durante unos años lo ha sido prácticamente todo. Decirlo, para él, es el humor. De entrada, una cosa que no te gusta ya es inconstitucional, que es lo que ha hecho el PP durante mucho tiempo y no solo el PP. Todo lo que pasaba en Catalunya era inconstitucional. Ahora que hablamos de la presunción de inocencia, la presunción de inconstitucional ya era la primera. Y Margarit hace coña. Es parte de su mecanismo de autodefensa, como hacer judo, aprovechar la fuerza para defenderte con más fuerza y él lo hace mentalmente, desde el punto de vista de dejar pedacitos de crítica, a pesar de ser un personaje pacífico y tranquilo.
‘Mort en diferit’, ¿por qué no en directo?
Primero, por una parte de la trama. Segundo, porque es una expresión que no se utiliza mucho desde hace tiempo. En la tele de antes se hablaba de diferido. Ahora no, se habla de grabado, de enlatado. Y de hecho, esta expresión ya busca ser parte de la crítica de fondo, que también existe en el libro, de este sistema de medios de comunicación que pensamos que estamos en el centro del mundo, pero que para mucha gente estamos cada vez más en un espacio marginal o colateral, en el mejor de los casos. Incluso con unos lenguajes y unas dinámicas que para mucha gente quedan ya muy lejos. Esto retrata a los medios, en general, pero también a los periodistas, en particular. Hay quien se cree que abre la boca y las bolsas tiemblan y vaya, no tiembla nada o, como mínimo, nada en comparación a como podía pasar hace unos años.
En la novela habla de los políticos y la gente. ¿Ellos creen que somos más o menos idiotas?
El problema de muchos políticos no es tanto que crean que la gente es idiota, como que se creen más listos que la media y realmente no es así. Es decir, la parte positiva o inquietante es que no son demasiado diferentes de nosotros. A veces, los ciudadanos pensamos que ellos con aliens, como una especie de personajes de otro mundo. Lo parecen, no digo que no. Pero son humanos, como el resto y las dinámicas que se dan alrededor de la política, son las clásicas de siempre y a todos los niveles alrededor del poder. Por tanto, si alguien se lo mira desde la barrera y juzga, evidentemente somos libres de hacerlo, sin haberse visto en aquella otra posición ¿qué haría él o ella de diferente? Quizás más de uno se sorprendería si se pusiera en el lugar de los políticos, haciendo cosas muy parecidas a las que hacen ellos.
Me quedo con la mujer del tiempo.
Que no está inspirada en nadie 100%. Con esto ya me he encontrado con lo que me pasó en la primera novela, que la gente, aparte de hacer quinielas sobre el asesino, lo hace también sobre los personajes reales que me han inspirado los de ficción. No deja de ser una sátira y nadie sale demasiado bien parado. Si alguien se siente muy aludido, puede tener un problema. La manera de cubrirme es que nadie es 100% nadie. Es un mosaico de estereotipos, en algunos casos de personalidades que conozco, evidentísimamente y los he redibujado en collage.
¿Usted le tiene tanta manía a sus contertulianos como su investigador?
Mucha gente me dice, por redes o por la calle, ‘tienes una paciencia inmensa’. La procesión va por dentro. Cuando veo dinámicas que son muy sectarias, muy previsibles, o comentaristas que en lugar de tertulianos hacen mítines, que intentan adoctrinar, quieras o no, te crispa. Es verdad que por mi manera de ser o por profesionalidad, intento aplicarme. Tienes que dejar que se quede dentro, intentas no proyectarlo. Pero en una novela, que en teoría es de ficción, tienes que dejar que salga todo. Como aquí, incluso un poco más acentuado. Es el exorcismo al que me ayuda la novela, hace posibles que ciertas cosas que están latiendo, salgan disparadas.