Hablar un rato con Paz Padilla es como charlar con la vecina de toda la vida. A Paz hay que conocerla porque es un regalo de persona humana, porque es una mujer libre que hace lo que le da la gana y que tiene como primer mandamiento el amor de su gente con billete de ida y vuelta. Este domingo despliega todo su arte y su pulso con el dolor en Tarragona con su conferencia Reinventarse no es gerundio, en la que cuenta su historia y habla de aquello que ha vivido en primera persona; eso sí, siempre desde el humor y el aprendizaje.
«Yo os agradezco mucho este ratito y a mí me gusta mucho hablar con la gente y compartir y aprender. Eso es lo que hago en la conferencia, explicar mi camino, todo lo que he aprendido pasando los duelos de mis seres queridos, de cómo gestionar esas emociones y entender que tanto lo bueno como lo malo va a acabar desapareciendo. Hay momentos que eres muy feliz, hasta que llega algo malo que también pasa, así que siempre palante». La pillamos en Madrid, a punto de viajar a Catalunya para presentar una gala benéfica para ayudar a los valencianos afectados por la dana. Asegura que tiene «una vida muy movidita y hago muchos planes pero sin expectativas, sino luego si no se cumplen acabas sufriendo y no vale la pena. Hay que hacer planes y si no salen como querías, pues a otra cosa. Agobiarte por algo que no puedes cambiar, no merece la pena». El sufrimiento es uno de los temas que Paz trata en su charla y del que apunta que «hay que saber gestionarlo y mirar que este sufrimiento no haga daño a otra persona ni a uno mismo. Hay un sufrimiento básico que es el dolor, el que provoca la muerte, la enfermedad y la vejez y ese hay que trabajarlo y aceptarlo. Y luego hay el sufrimiento del contagio. Cuando sufrimos por otra persona, esa persona lo percibe y, sin querer, le provocamos mayor sufrimiento. Eso no sirve para nada. La culpa, el odio, la tristeza, la rabia... se pueden trabajar y consigues sufrir muchísimo menos». Sin duda Paz Padilla ha tenido que verse las caras con el dolor varias veces y lo cuenta abiertamente, con la intención de ayudar a la gente que lo necesite.
«Dependerá de cada persona que lo que cuente le ayude o no. Yo solo hablo de lo que he vivido. Murió mi hermano Luis hace muy poquito y en estos últimos años he transitado mucho por el duelo y he aprendido a saber por dónde ir. Yo sé que estar conectada al amor que le tengo a mi hermano me hace sentirlo conmigo aunque no esté físicamente. Aprendí de la cultura de los quechuas que cuando una persona a la que quieres muere, lo que esa persona significa para ti, se queda en tu interior y va a estar contigo siempre». Me habla de su madre, de su pareja y de su hermano desde la sonrisa y le pregunto si se puede hablar de la muerte de un ser querido tomando una copa de vino y riendo, a lo que me contesta «se debe hacer, es muy sano. Hay que normalizar lo que tanto nos asusta como la muerte. Vamos a morir todos y hay que hablarlo. Al final, no lo hacemos por miedo, porque el miedo es la emoción que está debajo de todas las emociones negativas y si aprendemos el camino para sobrevivir, todo será más fácil. Dejar las cosas en el inconsciente es absurdo porque siempre salen y el humor te quita esa coraza que te presiona y es curativo». Parece antinatural que alguien como ella que ha recibido duros golpes y muy seguidos, pueda manejar tan bien el dolor, pero Paz Padilla tiene ya mucha carrera en esto del sufrimiento y dice que «cuando no puedas hacer nada para cambiar lo que te esté pasando, no insistas. Quedarse atrapado en algo que no tiene solución provoca mucho dolor. No estoy diciendo que te olvides y hagas ver como que no ha pasado, ¡no!; se trata de aceptarlo. Aquello que no puedas impedir, deja que se haga». La actriz ha estado unos días sirviendo comidas y sacando barro en Valencia y asegura que volverá a llevar cestas navideñas. «Esa gente ha perdido todo lo material, pero habrá un día que volverán a tener un hogar y volverán a ser felices».