Lakpa Nuru nació en Solukhumbu, en una casa de piedra a 70 kilómetros del Everest. Su madre se lo sacó del vientre con las manos. A los 14 años empezó a trabajar llevando petates para los turistas de altitud. Ha subido tres veces al Everest. Sin embargo, no lo conoce nadie, no ha copado portadas internacionales; Xiana Siccardi nació en Barcelona, en el Hospital Sant Joan de Déu con la última tecnología y ha podido tener estudios universitarios gracias al esfuerzo de sus padres. Ambos son el yin y el yang. Ambos son también los autores de Sherpas, la otra historia del Himalaya (Ediciones del Viento). El libro, que va por la cuarta edición, ha sido el más vendido en España en Amazon en literatura de viajes, en escalada y en montañismo, un éxito que surge de una historia de amor.
«En cada una de mis décadas he hecho un viaje en solitario. En mis veinte acababa de salir de un cáncer y entendía que no podía ir al día siguiente a trabajar porque tenía que amueblar un montón de cosas. Era otra persona. Había vivido una guerra interior y no podía comportarme como si no hubiera pasado nada. Así es que me fui a Egipto, a la siguiente década al Gran Cañón de Colorado y después a Nepal», explica Siccardi. La periodista, especialista en tribunales y sucesos, que escribía guiones para programas de televisión, considera que «siempre trabajamos entre urgencias e inercias, no con lo realmente importante», por lo que decidió «pensar y ordenarse» haciendo un trekking por Nepal. «A lo mejor tienes que perder dinero, trabajos, amistades o el entorno para dedicarte un tiempo a saber quién eres y actualizar tus yoes», manifiesta convencidísima.
¿El entorno también? Sus amigos no daban crédito, su familia, tampoco. «Mi familia y mi entorno, que me quieren mucho, me decían que no fuera, pero era muy limitante. Entonces, tienes que saber cuándo tu entorno te está protegiendo y cuándo te está limitando. «Tenían miedo, pero ¿qué pasa con tanto miedo?, ¿qué pasa con las mujeres que viajan solas?», se pregunta.
Xiana Siccardi, la joven urbanita, entrenó durante seis meses para minimizar riesgos, «gimnasio y natación para la capacidad pulmonar» y, contra todo el mundo, fuera de todo pronóstico, tras quince días se presentó en el campo base del Everest. «En ese momento pensé que hacía 15 años me encontraba en la cama de un hospital prácticamente desahuciada». Consideró que, si podía llegar allí, ¿qué más no podría hacer? «En Nepal tienes una inmersión en la cultura, en este caso de todas las etnias, que te revienta la cabeza. Y solo faltaba que en una de las curvas, viendo todo el Himalaya, de repente vi a un chico mirando al horizonte. Era perfecto, la imagen de lo silvestre, era él. Empezamos a charlar y nos hicimos amigos. Lakpa fue el detonante de un montón de cosas, de un diálogo entre Oriente y Occidente. A mí me fascinó la pureza, él tenía toda la que yo no tenía». Mientras Siccardi cuenta su historia, a su lado, Lakpa la escucha en silencio. Asiente.
Tigres reales y osos imaginarios
Pureza y bondad. «En Nepal hay ausencia de doblez. Son niños grandes», comenta. Xiana y Lakpa pasaron días juntos en el Himalaya, en un segundo viaje solo para ellos y la naturaleza: granizo, sol, nieve... «Te enfrentas a lo más salvaje. Me sentía Leonardo Di Caprio en El renacido. Pero entonces una mañana Lakpa me dijo que había osos sueltos. Pasé tres días aterrorizada, agotada, veía osos todo el tiempo. Cuando salimos de aquel paraje me dijo, ‘¿no te das cuenta de que te has perdido la belleza de los bosques de niebla porque solo pensabas en el oso que nunca ha aparecido?’ ¿Cómo se le llama a eso? Se llama Occidente, sufrir permanentemente por algo que nunca te sucederá. En Asia tuve una verdadera experiencia occidental. Actualmente, para Siccardi ya es terreno conocido, al que viaja para visitar a su suegra, «la más guay del mundo. Es una señora que pesa 40 kilos y lucha con los tigres que atacan a sus vacas».
En este tiempo han publicado Sherpas, la otra historia del Himalaya, con cuyos beneficios han financiado la recogida de una tonelada de residuos en la montaña y acaban de costear el material escolar para 15 niños de un colegio de la zona del Everest para un año. Porque la educación lo es todo. «Cuando era niño a veces no iba al colegio porque no tenía cuadernos donde hacer los deberes», cuenta Lakpa, quien añade que hoy en día los sherpas están dejando la montaña. «Es un trabajo de alto riesgo y antes no había otra opción, todo el mundo quería ser porteador. Pero ahora los niños, que tienen educación, pueden elegir otro futuro».
«El turismo los ha reventado», dice Siccardi. «Hay historias de sherpas que desaparecen en una grieta y a todo el mundo le da igual, sherpas que se quedan vegetales, sin ningún tipo de jubilación, sin ayudas para las familias. Todavía son sistemas sociales muy frágiles», manifiesta Siccardi quien reconoce que «Nepal solo me ha dado cosas buenas, un marido fantástico, una suegra que lucha con tigres y una relación bestial con la naturaleza».
Un helado por 8.000 euros
Los sherpas no aparecen en las fotos junto a los alpinistas que han guiado, aunque ahora esto está cambiando, y hay un poco más de sensibilidad. «Hay millonarios que piensan que con el dinero lo pueden todo», dice Lakpa. Ambos explican cómo desde el campo base en alguna ocasión se ha pedido un helado a Katmandú en helicóptero, cuyo viaje, de ida y vuelta, asciende a 8.000 euros».