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Inma Pastor: «La igualdad no necesita una asignatura, tiene que estar presente en todas las áreas»

Directora del Observatorio de la Igualdad de la URV, asegura que aún queda un largo camino por recorrer

25 marzo 2023 18:36 | Actualizado a 26 marzo 2023 07:00
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Hablar de Inma Pastor es hacerlo de la lucha por la igualdad. Natural de Alicante, estudió Sociología en la UAB –donde conoció a su marido, el también sociólogo Ángel Belzunegui– y cuando nació la URV vino a Tarragona como profesora de Sociología. Autora del primer informe sobre las desigualdades entre hombres y mujeres en la universidad y del primer Plan de Igualdad de la URV, en 2005, pionero en las universidades españolas, dirige el Observatorio de la Igualdad de esta universidad. Su trayectoria le ha hecho merecedora de diferentes premios. El más reciente, este pasado 8 de marzo, cuando recibió la Distinción Maria Antònia Ferrer i Bosch con la que la URV reconoce a las personas y colectivos que trabajan por la igualdad entre hombres y mujeres.

¿Qué supuso para usted recibir este galardón?

Fue una alegría, un reconocimiento de la universidad al trabajo de todos estos años, a la construcción de una estructura nueva que costó mucho, como todo lo nuevo; no existía algo en lo que pudiéramos fijarnos, fuimos pioneros. Pero por otra parte fue fácil porque pusimos el foco en la mejora de la universidad y desde el principio hubo mucha sintonía con la institución. Necesitábamos saber cuál era el papel y la situación de las mujeres en la universidad.

¿Y ha dado los frutos que esperaba?

En unas cosas más que en otras. Se ha dado normalidad a la medición de la desigualdad. Antes no había datos sobre la realidad de las mujeres en la universidad. Eso se ha consolidado, hacemos un informe anual. Y hemos visto que efectivamente la brecha se está reduciendo. Esos 15 años de datos muestran esta tendencia. Lo negativo es que no ha desaparecido. Se ha mejorado en algunas cosas; en otras, no. Hay más mujeres docentes, más investigadoras principales y en otros ámbitos. Ha permitido hablar de la desigualdad y de que las universidades no supieron reconocer el valor de lo que han hecho las mujeres. Pero hay que seguir sensibilizando a la comunidad.

La universidad ha avanzado hacia la igualdad. Sin embargo, estos días ha trascendido un caso de abusos en la UAB y han surgido muchas críticas por la gestión de este asunto.

Sí, son cosas que siempre han existido, que todo el mundo conocía y a las que nadie se enfrentaba. Ahora hay un protocolo. Se ha avanzado sobre todo de cara a las víctimas, pero nos cuesta mucho poner frenos claros en la práctica, instrumentos efectivos para que eso no vuelva a pasar. Falta contundencia para actuar contra los agresores. Las mujeres que denunciaron fueron muy valientes, pero si denuncian y no se soluciona, si no hay una respuesta clara y tajante, eso desincentiva a las jóvenes, pues les mandas un mensaje contradictorio: la víctima tiene que denunciar, pero después las denuncias tienen un camino relativamente corto porque las resistencias de la institución son muchas. Todas las cosas tienen que mejorar.

En los últimos años se han elaborado más leyes para alcanzar la igualdad. ¿La sociedad avanza al mismo ritmo?

La sociedad ha mejorado a la hora de reconocer que existe desigualdad y que las mujeres son personas con plenos derechos. Las jóvenes ya fundamentan su proyecto vital en el trabajo remunerado y en hacerlo compatible con la familia. Por cierto, como sociedad deberíamos garantizarles que puedan ser madres jóvenes. Sí, se ha avanzado, pero no debemos pensar que eso es para siempre. Hay muchos retos, porque el mercado laboral es resistente a reconocer los cuidados como un trabajo, y eso perjudica a las mujeres.

En paralelo a los avances feministas y como contrapeso parece haber surgido una revitalización del machismo.

Sí, es cierto, hay una reacción por parte de un grupo de hombres que sienten que la igualdad les perjudica y que están construyendo un relato de odio hacia las mujeres. El gran reto de la sociedad es explicar que el intento de culpabilizar a las mujeres no es aceptable, pues frena los avances hacia la igualdad, un trabajo que no está acabado y que hay que hacer en todo el mundo. Si los derechos de las mujeres no son universales no se puede dar por cerrada la lucha.

¿Cómo convencer a estos hombres de que la igualdad es también positiva para ellos?

Pues no lo sé. Yo creo que tienen intereses que se construyen desde ese discurso y por eso lo mantienen. Objetivamente no hay ninguna normativa de igualdad que perjudique a los hombres. La pobreza es mayor entre las mujeres. También les afecta a ellos, pero la de ellas está subordinada a la realización de tareas domésticas que les impiden una inserción laboral. Y la violencia contra las mujeres ha aumentado. Son realidades objetivas.

Quizá habíamos dado muchas cosas por supuestas. Como que los jóvenes, que han crecido en una sociedad más avanzada, habrían superado el machismo. Pero vemos en ellos graves carencias en valores de igualdad y respeto.

Los jóvenes no saben tanto como creen que saben. Conocen la teoría, pero en la práctica el patriarcado está muy interiorizado, es muy fuerte y se reproduce a sí mismo.

¿Qué hemos hecho mal?

Desmontar la cultura patriarcal que tenemos es un reto. Hemos empoderado a las niñas para que no jueguen solo a cocinitas y con muñecas, pero los niños siguen haciendo cosas solo de niños. Se puso el foco en los cuentos sexistas y nos hemos olvidado de que la socialización no viene por los cuentos, sino por las redes sociales y las plataformas, con series que presentan estereotipos sexistas, mujeres dóciles... No estamos construyendo mujeres totalmente independientes. Hay un espejismo de igualdad y una realidad que reproduce roles muy sexistas. Si a eso se añade lo que ven en redes sociales, tienen gran dificultad para aplicar la práctica de la igualdad. Y cuando el machismo se presenta muestra su cara más dura, que es la violencia.

¿Y qué se puede hacer?

Tiene que haber un mayor control en las redes sociales y en el acceso a la pornografía a edades tan tempranas.

¿Habría que crear una unidad de igualdad o una asignatura en los colegios e institutos?

Ya hay responsables de igualdad en cada centro, que impulsan acciones para la coeducación. Claro que hacen lo que pueden, porque esa gente no ha recibido ninguna formación en igualdad. Las universidades tienen que enseñar a los maestros a fomentar en todo momento que niños y niñas sean iguales en derechos, que hagan cosas juntos. La igualdad no requiere de una asignatura, sino que debe ser promovida en todos los ámbitos, en todas las materias, en el patio... Debe ser algo transversal.

En los centros apenas se habla de educación sexual. ¿Se debería?

Sí, y tiene que ser igualitaria, pensar en cómo construir relaciones desde el respeto y la libertad de cada uno. Eso sí que podría ser una asignatura, sobre todo para prevenir agresiones, un tema muy preocupante. Debe haber un trabajo específico dirigido a educar en la sexualidad sin que someta a nadie y al margen de la prostitución y la pornografía, dos grandes barreras para la igualdad.

Las consecuencias de la aplicación de la ley del ‘solo sí es sí’ no han ayudado.

No, han hecho un gran daño no solo a la lucha por la igualdad, sino a toda la sociedad. Cuando una ley se plantea con un mensaje y en la práctica no se da, tiene que ser revisada, corregida.

¿Conoceremos un mundo igualitario?

No, ni nosotros ni nuestros hijos. Hay países donde la igualdad ni siquiera se plantea. Pero sí tenemos cada vez más espacios de igualdad que debemos poner en valor. Como la universidad, donde chicos y chicas conviven en libertad e igualdad.

¿Es partidaria de las cuotas?

En el marco teórico están, pero no se aplican en la práctica. Yo creo que son necesarias. La paridad es un elemento constitutivo de la democracia, un principio irrenunciable, pues el 50% de la población somos mujeres. Allí donde se han usado las cuotas (participación política, por ejemplo) ha dado buenos resultados. Se deberían aplicar con el objetivo de que todos los espacios de la sociedad sean mixtos, que todas las profesiones estén equilibradas. Eso beneficia tanto a hombres como a mujeres. En las empresas donde hay más mujeres trabajando se da menos acoso y hay más meritocracia.

Marina Subirats resaltó el día que le dieron el galardón en la URV «el valor de hacer una carrera universitaria brillante y construir una familia a la vez». ¿Cómo lleva la conciliación?

A base de mucho esfuerzo y mucha ayuda. El trabajo de docente e investigadora es muy absorbente, requiere mucha energía. Mucho esfuerzo. Pero como es vocacional y enriquecedor, lo haces a gusto. Yo he tenido la suerte de poder contar con ayuda doméstica, de cuidado de mis hijos, gracias a dos mujeres y a mi marido, un hombre muy implicado. Esto lo hace más fácil. Pero he trabajado mucho. Al final acabas sacrificando el ocio.

Y encima vive a caballo entre Alicante y Tarragona. ¿Cómo lo lleva?

Bien, los hijos están muy contentos (con padre y madre sociólogos, ninguno eligió esta carrera: la hija hace psicología y el hijo, Biotecnología, ambos en Alicante). Lo que pasa es que no deja de ser cansado.

¿Alguna mujer –u hombre– a la que admire?

Yo soy muy poco mitómana. En estos momentos, y de manera puntual, a las jóvenes y los jóvenes de Irán, que fueron capaces de enfrentarse y protagonizar una lucha tan valiente contra un régimen totalitario y misógino.

Vienen elecciones. ¿Qué le pediría al próximo alcalde?

Las autoridades locales tienen que poner el foco en las mujeres más vulnerables, las que sufren violencia o insuficiencia económica, en la mujer prostituida. Estaría bien que Tarragona se sumara a esas ciudades que trabajan para acabar con la trata y la prostitución, dos lacras que impulsan la esclavitud sexual de las mujeres.

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