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Helena de Troya, maldita belleza

Sobre sus hombros recae la más célebre guerra de la historia. Tildada de ramera, irresponsable y pérfida

22 marzo 2025 19:10 | Actualizado a 23 marzo 2025 07:00
Se lee en 2 minutos
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Traidora, voluptuosa y lasciva, ramera, contestataria y verduga. Su belleza, como maldición, como manipulación, la ha acompañado hasta nuestros días convertida en una femme fatale objeto de deseo que utiliza su sexualidad para atrapar al desprevenido héroe sin importarle las miles de vidas que se pisotearán por su causa.

Helena de Troya, mujer y mito, leyenda y realidad, la que desató una de las guerras más célebres de la historia. Sin embargo, en sus inicios su imagen no fue tan aciaga. En la Ilíada, la epopeya griega, Homero no la considera responsable del abandono de su marido, Menelao, sino a Paris, tras haberla seducido y secuestrado. ¿En qué momento se empieza a distorsionar?

Su figura destructiva a causa de una belleza abyecta, de consecuencias catastróficas no ha conseguido repararse, a pesar de que en los últimos tiempos han aparecido publicaciones que han intentado darle voz, explicarse, reinterpretarse desde una posible reflexión interna. Es el caso de Helena, del poeta griego Yannis Ritsos (1909-1990), una de las mejores voces de la lírica europea. En este volumen de Acantilado recrea la interioridad del personaje y con ello descubre su vigencia: Helena pervive en tantas otras mujeres de hoy.

Entre Helena y la contemporaneidad, no obstante, sin quizás tanta intensidad, sufrieron los peores adjetivos Cleopatra o Leonor de Aquitania. Oradores como Cicerón o narradores como Plutarco redujeron a la reina de Egipto al papel de mujer controladora y caprichosa. Los valientes guerreros que las acompañaron en la alcoba nunca se miraron bajo el misma prisma.

¿Rapto o fuga?

Helena de Troya o Helena de Esparta, como también se la llama, era la mujer de Menelao, rey de Esparta. Supuestamente todo iba bien hasta que apareció Paris, hijo del rey Príamo de Troya. Se trataba de la ciudad-estado más próspera a orillas del Helesponto, entre Europa y Asia, envidiada por sus riquezas que encandilaban y anhelaban a partes iguales los demás pueblos. El príncipe, alojado en el palacio de Menelao, aprovechó su ausencia para seducir a Helena, llevándosela con él a Troya.

Pero en este punto, las fuentes clásicas divergen. ¿Secuestró Paris a Helena o ella se fue con él de forma voluntaria? El historiador Heródoto, del siglo V a.C., estaba de acuerdo con Estesícoro, poeta siciliano-griego que vivió en el siglo VI a.C, en que Helena probablemente huyó con su amante troyano por voluntad propia.

La doble visión entre víctima y culpable estuvo muy presente desde la antigüedad. Como su título indica, en El rapto de Helena (1579), el pintor veneciano Tintoretto plasma una acción violenta, no consentida, a la que ella trata de oponerse. Tintoretto ambientó el episodio como una batalla entre turcos y cristianos, alentado por la proliferación de imágenes de esta naturaleza tras la batalla de Lepanto (1571), habiéndose querido ver en Helena una alegoría de la propia Venecia.

$!Diane Kruger en el papel de Helena en la superproducción ‘Troya’ dirigida por Wolfgang Petersen. Foto: Warner Bros

Un siglo después, la escena del artista italiano Guido Reni es la otra cara de la moneda. Para el antiguo seguidor de Caravaggio, la esposa del rey Menelao se marcha de forma voluntaria, enamorada.

La Edad Media fue el momento en que su figura vivió sus niveles más bajos. En la Divina Comedia, Dante Alighieri situaba a Paris y Helena en el segundo círculo del infierno, el de los adúlteros, en el que son castigados a dar vueltas en un torbellino que los arroja continuamente de un lado para otro. Los amantes aparecen detrás de Cleopatra, esta mordida por el áspide. Todo en una pintura de 1823 de Joseph anton Koch.

En cualquier caso, tras la huida, junto a su hermano mayor Agamenón, rey de Micenas, Menelao formó un gran ejército y empezó a las puertas de Troya una contienda que duraría una década y que finalizaría con su destrucción. Por ella pasan los personajes por todos conocidos y el caballo de Troya, del que se ha debatido si fue un artilugio de guerra distorsionado por los cronistas o un error lingüístico, en el sentido de que la traducción lo bautizó como caballo, siendo en realidad un barco mercante.

La voz de Helena se apaga con el triunfo de los aqueos –conjunto de los griegos en la Odisea y en la Ilíada de Homero–. A pesar de la victoria ella regresa derrotada, perdonada por Menelao. Tras un viaje de retorno accidentado en el que tuvieron que pasar una larga temporada en Egipto, ambos regresaron a Esparta.

Habrá que esperar al siglo XIX a que Heinrich Schliemann emprendiera en 1870 sus célebres excavaciones en la colina de Hissarlik (Turquía). Desde entonces, el estudio de las ruinas de Troya no ha dejado de fascinar.

El poder de la belleza femenina ha sido un arma de doble filo desde la antigüedad y continúa en nuestros días.

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