Tiene más de un siglo de historia ferroviaria, social, cultural y emocional. En cualquier otro lugar sería un patrimonio a proteger, pero en la Colonia Ferroviaria de Sant Vicenç de Calders lamentan el olvido y la degradación.
Hace más de una década que los vecinos impulsan acciones para dar a conocer ese patrimonio que, además, ha podido conservar elementos que permiten rememorar la vida en una colonia ferroviaria. Una conservación gracias al esfuerzo de sus residentes.
En la colonia sólo han escuchado promesas para la rehabilitación sin que se hayan materializado en algo. Recuerdan que antes de las elecciones les visitaron todos los partidos políticos anunciando que se implicarían. También miran con envidia como otros ayuntamientos del Estado impulsan acciones para salvar el escaso patrimonio ferroviario que queda.
La estación de Sant Vicenç data de 1887 y fue uno de los nudos más importantes de tráfico de trenes del Estado. La gran cantidad de trabajadores de la empresa MZA (Madrid-Zaragoza-Alicante) para los trenes y el tendido férreo llevó a levantar un barrio.
Tuvo seis pabellones de viviendas. El primero es de 1905 y en 1920 ya estaban todos. La zona estaba alejada del núcleo urbano de El Vendrell. El barrio tenía capilla, escuela para niños y niñas de forma separada, tienda y dos bares: Creus y el Cal Rosendo. Los niños tenían plazas para jugar y los vecinos habilitaron huertos. En 1960 vivieron 313 personas.
Pero ya quedan pocos de los ferroviarios. Y están cansados de ver cómo se echa perder su entorno. No es sólo la acumulación de basuras por incivismo. Son las ocupaciones ilegales de los antiguos lavaderos y de los pisos, es la inseguridad y la falta de servicios municipales.
La colonia pertenece al gestor de infraestructuras ferroviarias (Adif) y entre este organismo y el Ayuntamiento, el abandono es absoluto. El consistorio aseguró que calificaría la zona como Bien Local de Interés Cultural (BCIL), pero los vecinos no han vuelto a saber nada.
Ahora temen un agravamiento de la situación. «Habrá una desgracia por los empalmes ilegales a la luz y entonces lloraremos todos», lamenta Eduard Martínez, impulsor de campañas de protección del barrio.
También teme que ese olvido acabe siendo la sentencia de todo un núcleo que mostraría la vida en la colonia ferroviaria, pero que además encierra historias de El Vendrell como los más de cien bombardeos de sufrió durante la Guerra Civil, su refugio o las fiestas que atraían a los primeros turistas que llegaban a las playas de Coma-ruga.
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