Es una diáspora de guerra sin precedentes. Nunca tanta gente salió en tan poco espacio de tiempo de un país y puso a prueba la solidaridad en Europa. Un ejemplo claro y directo es lo que está sucediendo en Tarragona. La provincia ha respondido, no solo enviando material, sino convirtiéndose en tierra de acogida.
Creu Roja da cobijo a más de 1.400 ciudadanos ucranianos que han recalado aquí en mes y medio, desde que el 24 de febrero estallara la guerra. Se reparten entre seis hoteles y un albergue y están asistidos por unas 80 personas que les ayudan a cubrir las necesidades más básicas o a realizar todo tipo de trámites.
Hay alojamientos en municipios como Calafell, Cambrils, Cunit, Vila-seca, La Selva del Camp, Salou o Tarragona. Pero a ese contingente de gente recién llegada se añade otra cantidad imprecisa de personas que han recalado huyendo de la guerra aprovechando los vínculos con familiares que ya vivían en algún país del extranjero. En ese sentido, ha salido al rescate la numerosa colonia ucraniana que ya vivía en Tarragona, sobre todo en lugares de la Costa Daurada como Cambrils o Salou, y que han alojado a los suyos en sus propias viviendas, al menos provisionalmente.
Algunos datos sirven para ilustrar la magnitud de esta emergencia migratoria. Han llegado en este mes y medio a Tarragona tantos ucranianos como en los 15 años anteriores. Entre 2005 y 2020, según las cifras del Idescat, vinieron 1.440 ciudadanos de ese país del este de Europa. Se pasó de 1.543 a 2.983 en ese tiempo. Esa estadística de población extranjera del Idescat muestra un acelerón de la inmigración, que puede estar motivado, al menos en parte, por la situación de inestabilidad que se ha vivido en el país en la última década.
Con las vidas a salvo, toca abordar la cuestión mental por el trauma de la guerra y tener que huirEntre 2014 y 2020 la población ucraniana creció en un 22% en Tarragona, más que en los años previos. Ha pasado de 2.490 ciudadanos a 3.038. No hay que obviar que la guerra, en realidad, arrancó hace ocho años sobre territorio ucraniano, aunque se circunscribía a la región del Donbás.
Desplazamientos internos
Pero nada de eso es comparable a la actual afluencia, que en unas pocas semanas ha disparado un 32% el número de ucranianos en la provincia. Susana Borràs, investigadora del Departament de Dret Públic de la URV y en el grupo de investigación sobre derecho ambiental, inmigración y gobierno local, señala que ese inicio del conflicto de 2014 ya produjo «un éxodo masivo de personas en Ucrania, que huyeron primero de la anexión rusa de la península de Crimea y meses después de la guerra separatista de las provincias de Donetsk y Lugansk».
Borràs recalca que «entonces, la mayoría de personas desplazadas lo hicieron internamente, sin cruzar fronteras internacionales». «Según ACNUR –sigue Borràs–, estaríamos hablando de un total de dos millones de personas que se vieron forzadas a dejar su casa: 1,2 millones desplazadas internamente a ciudades como Kiev o Lviv y más de 800.000 refugiadas en países vecinos, la mayoría en Rusia».
Borràs lamenta que «esa realidad pasó desapercibida, a pesar de ser otra emergencia humanitaria». En general, llegan madres de familias con sus hijos, ya que ellos se quedan allí, generalmente alistados en las tropas. «Hay muy pocos hombres, solo algunos que tienen alguna dificultad o que tienen tres hijos o más. La respuesta de la sociedad está siendo magnífica. Hay familias españolas que se han sumado a la acogida. Y vienen de todas las zonas de Ucrania, no solo del este, sino también de Irpín o de Bucha», relata Zoryana Lyashenko, presidenta de la asociación de Ucranianos en Tarragona y figura clave en la articulación de toda la respuesta solidaria.
Necesidades básicas cubiertas
El despliegue va de entidades benéficas a particulares, con esa aportación decisiva en la recepción de Creu Roja. «Procuramos que todos tengan las necesidades cubiertas. Durante estos días hemos acompañado a mucha gente con problemas de salud a los centros de atención primaria y hospitales, hemos adquirido medicación para los que lo necesiten y se han facilitado productos de higiene básica como pañales o compresas o comida, como la alimentación infantil», explica Anna Sabaté, coordinadora provincial de Creu Roja Tarragona.
Con las vidas a buen recaudo, ahora toca vigilar una de las consecuencias como es la emergencia mental derivada. El trauma de haber salido de casa de un día para otro, las propias escenas bélicas o las dificultades en la convivencia una vez se llega al lugar de acogida están generando algunos casos de ansiedad.
En esa lucha también es clave la cobertura legal que se está dando a estos perfiles. En ese sentido, Borràs, al inicio de la guerra, decía que «los mecanismos de solidaridad y responsabilidad compartida existen desde hace tiempo», y añadía: «Hace falta que la UE haga operativa su directiva 2001/55 de protección temporal, nunca implementada hasta ahora, ya que permitiría dar respuesta a situaciones de emergencia en caso de afluencia masiva de personas desplazadas como la que sucede ahora mismo».
Residencia, trabajo y sanidad
Desde que comenzara el conflicto y tras activarse ese mecanismo, en Tarragona han recibido ya esa protección 1.061 personas llegadas de Ucrania, según el balance ofrecido por la Subdelegación. Se trata de una herramienta ágil con el objetivo de facilitar los permisos temporales de residencia, trabajo y cobertura sanitaria. La Subdelegación ha reforzado y ampliado el horario de la Oficina de Extranjería para agilizar el procedimiento.
Algunos confían en que la estancia sea temporal y quieren volver cuando el conflicto acabeVíctor (71) y Elena (68) han podido obtener esa protección. «Estamos más tranquilos, hemos hecho las gestiones, ellos ya tienen la tarjeta sanitaria», cuenta Yulia Ruchitsa, la hija. Ella ya vivía en Tarragona y, tras el estallido de la guerra, trajo a sus padres, que vinieron de la mano de su nieta, Karina, que también ha recalado aquí. «Salen a pasear por el casco antiguo, van a las tiendas, van a la compra, hacen una vida normal», cuenta Yulia, que admite: «La adaptación siempre cuesta. Incluso ha influido el mal tiempo de estas últimas semanas, la lluvia, el cielo siempre gris, todo eso afecta un poco, pero ya están mejor». Salieron a las primeras de cambio desde Zaporiyia, al este de Ucrania, en un viaje en bus, tren y coche, hasta cruzar la frontera y llegar a Cracovia, donde les recogieron familiares para traerles a Tarragona.
Volver en cuanto se pueda
En estos recién llegados hay un dilema más o menos común: arrancar aquí una nueva vida o seguir con un ojo pendiente de la evolución de la guerra y confiar en un final próximo para poder volver. «Ellos se plantean regresar cuando esto acabe y al final se pueden tomar esto como un paréntesis un poco más largo de lo habitual. Nadie quiere dejar la casa y la ciudad donde ha estado toda su vida, por eso muchos están pendientes de volver cuando se pueda», explica Yulia.
Esos más de 1.000 permisos concedidos de manera exprés son también un récord inaudito. Esa cifra destroza todos los registros de solicitudes de asilo (una protección mucho más costosa de lograr) que había hasta la fecha. Un total de 44 ciudadanos ucranianos pidieron asilo político en Tarragona entre 2015 y 2020. En los cinco años previos, no hubo ninguno, según los balances de Interior. Ahora, esas 1.000 coberturas concedidas en unas semanas superan incluso el balance de todo un año de las solicitudes de asilo llegadas de todos los países. En 2020 hubo 639 solicitudes de asilo político en Tarragona, de países como Venezuela, Colombia, Honduras, El Salvador y también, claro está, Ucrania.
Susana Borràs, la investigadora de la URV, confía en que esta crisis pueda ser un punto de inflexión y sirva también para articular la ayuda en otros conflictos: «Ojalá que la evidencia del sufrimiento, tal vez ahora, haga despertar la solidaridad hacia todas las diásporas de guerra olvidadas y que no se permita que otros intereses se superpongan a los derechos de las personas que, desesperadamente, buscan refugio».