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Siete años del acuerdo de La Boella y todavía mareando la perdiz

La intermodal es una deuda histórica con el territorio. Esto no tiene que ser incompatible con que los más de dos millones de viajeros desde la estación de Tarragona necesitan soluciones, pero no dentro de 30 años, sino ya

10 abril 2025 20:51 | Actualizado a 11 abril 2025 07:00
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Tirar de hemeroteca para ver cómo hemos llegado hasta este punto a veces deja perlas que, con la vorágine del día a día, quedarían olvidadas. La casualidad ha querido que el enésimo tsunami ferroviario que vive este territorio coincida con el séptimo aniversario del pacto de La Boella II. Esta vez, los protagonistas no eran agentes económicos ni el consejero delegado de Ryanair, Michael O’Leary, sino los alcaldes de Tarragona y Reus, Josep Fèlix Ballesteros y Carles Pellicer.

«Acuerdo histórico entre los Ayuntamientos de Tarragona y Reus para el impulso ferroviario del territorio», titulaba la nota de prensa que recibimos aquel día los medios de comunicación. El acuerdo buscaba escenificar el fin de las viejas rencillas por la capitalidad de la veguería y demás salidas de tono de una etapa bastante vergonzosa, que todo el mundo quería enterrar.

El documento incluía nueve puntos y, más que un acuerdo, parecían una carta a los Reyes en la que ambas ciudades habían incluido todas sus demandas. «El acuerdo Tarragona-Reus suma cuatro nuevas estaciones» era el titular de la información que publicó el Diari de Tarragona. Y precisamente lo que está reavivando las batallas de campanario es la guerra de las estaciones.

No se han mejorado las conexiones entre Reus, Tarragona y Barcelona con convoyes directos (el servicio va peor ahora que en aquellos momentos); ni se ha avanzado con el estudio informativo para la variante de las mercancías a través de la Reus-Roda (todavía se están analizando las diferentes alternativas); ni se ha conectado la red convencional con la alta velocidad, a través de la interconexión del Gaià (lo que habría facilitado la llegada de los trenes de altas prestaciones al centro de Tarragona).

Lo único que parece que está encarrilado es la construcción de la estación de Bellisens y que se ha avanzado para «hacer realidad un tranvía que religue nuestras ciudades con Cambrils, Salou y Vila-seca». Mejor olvidar la última parte, en la que se proponía que este llegara al Baix Penedès.

La intermodal de
Vila-seca es la única opción factible a corto plazo. Lo sabe tanto el alcalde de Tarragona como los responsables del Ministerio, que les va como anillo al dedo

Los avances con el tranvía seguramente son la única buena noticia en materia de infraestructuras que puede celebrar este territorio. Y esto se conseguía gracias a que a esta primera foto, más adelante también se sumaban Vila-seca, Cambrils, Salou y la Generalitat.

No siempre ha sido un camino de rosas. Salou también tuvo sus dudas y el proyecto estuvo a punto de descarrilar. La unidad se ha puesto en peligro cada vez que alguno de los alcaldes ha visto la oportunidad de beneficiarse y ahora Tarragona está intentando lo mismo.

La estación intermodal del aeropuerto es una deuda pendiente de la que ya se hablaba desde antes de la llegada de la alta velocidad, hace más de dieciocho años. ¿Es buena para Tarragona? Seguramente es el municipio menos beneficiado, aunque para todos los barrios de Ponent les quedará más cerca que la estación actual y desde el primer día se ha asegurado que se conectará con el tranvía, lo que debe hacerla más accesible.

Que algún día tendrá que abordarse la situación de Tarragona, que está pagando las consecuencias de las malas decisiones del pasado, está claro. Los más de dos millones de viajeros que registró la estación urbana de esta ciudad el año pasado son una masa crítica suficiente para que se busquen soluciones, pero no dentro de treinta años como prevé el POUM, sino mañana mismo.

La intermodal de Vila-seca es la única opción factible a corto plazo. Y lo sabe tanto el alcalde de Tarragona como los responsables del Ministerio de Transportes y la Generalitat, que ayer volvían a fregarse las manos mientras desde aquí se agrietaba un consenso territorial, que a Madrid le va como anillo al dedo.

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