Se acabó la temporada. Hoy empieza la veda para las 23 embarcaciones del arrastre de Tarragona. Eso significa que las barcas quedan paradas o en el varadero, los pescadores se van al paro, el mar empieza a regenerarse y desaparece el ritmo frenético de la Confraria. La parada se alargará hasta el 30 de junio y, durante estos dos meses, las pescaderías no venderán pescado de Tarragona. La veda es una medida impuesta desde Europa y sirve para que el mar descanse y las especies puedan regenerarse para la nueva temporada.
Estos dos meses de inactividad sirven también para poner a punto las embarcaciones. Los propietarios aprovechan para pasar las revisiones de sus naves, para arreglar los daños, hacer tareas de mantenimiento, y para renovar permisos e inspecciones. Con este jaleo, hay armadores que, pese a no salir a la mar, apenas tienen tiempo de descanso. Es el caso del pescador Ramon Budesca. Su embarcación, que se llama la Tortosina, viajará hoy –el mismo día que empieza la veda– hasta Vinarós. Allí quedará en el varadero, donde se estará alrededor de un mes. «Vendrán los inspectores para hacerle una revisión que se hace cada cuatro años. Este año nos toca», explica Budesca, a quien le quedarán pocos días de vacaciones. Los pescadores aseguran que las reparaciones de sus embarcaciones son, a menudo, costosas y largas.
Pero la pregunta que más se repite en estos casos es: ¿Y de qué viven los armadores y los marineros durante estos dos meses, si no salen a la mar? En el caso de los armadores, es decir de los propietarios de las embarcaciones, sobreviven con lo que se ha ahorrado durante la temporada. En teoría, las administraciones dan ayudas económicas para poder hacer frente a esta parada obligada. El problema es que, a la práctica, las ayudas llegan con un año o más de retraso. «Estamos convencidos de que la subvención de este año no llegará hasta finales de 2025. Por eso hay que tener ahorros para poder pasar estos dos meses», dice Ramon Budesca, armador de la Tortosina.
En el caso de los marineros –es decir, de los trabajadores– la cosa es todavía peor. Se ven obligados a gastar dos meses de paro si quieren ingresar algo de dinero durante la veda. «No nos parece justo que tengamos que usar el paro cuando la veda es obligatoria», dice Jordi Vidaller, pescador de la embarcación Maria Ferré Dos. «Esta es una de las reclamaciones que tenemos. La administración debe ser la que nos pague, ya que es ella la que nos obliga a parar dos meses», añade el joven.
Las cofradías son las que más perjudicadas salen durante estos dos meses de veda. «Pensar que, durante estas ocho semanas, no hay ingresos en la Confraria, ya que la flota del arrastre representa un porcentaje muy alto de las embarcaciones. Vivimos de los ahorros», explica Esteve Ortiz, presidente de la Confraria de Pescadors de Tarragona, quien añade que «lo que pedimos a la administración es que nos ayuden a sustentar toda esta institución que, al final, es quien aguanta el peso». La Confraria de Tarragona cuenta con una plantilla de 25 trabajadores, que se encargan de hacer tareas de gestión, de limpieza y de administración.
La pescaderías también se ven afectadas por la veda, ya que deben acudir a puertos como La Ràpita o L’Ametlla de Mar. «Los clientes no deben preocuparse. Tendremos pescado de proximidad», explica Encarna Sánchez, pescadera del Mercat Central, quien explica que, como no puede ser de otra manera, el pescado se encarece, ya que entra en juego un intermediario que compra y transporta el género.
El calendario
La veda del arrastre empieza hoy y se alargará hasta el 30 de junio, una vez acaben las fiestas de Sant Pere del Serrallo. Después, volverá a hacerse un período de parada, desde el 15 de octubre al 15 de noviembre. Se trata de una veda que se empezó a hacer el año pasado y que volverá a repetirse este año. Por su parte, Cambrils empezará la parada el próximo 15 de mayo, mientras que los puertos de Les Cases d’Alcanar y La Ràpita no pararán hasta el 1 de julio. En el caso de la flota del cerco –los que pescan boquerón y sardina– la parada terminó el pasado 15 de febrero, después de tres meses sin actividad.
Una temporada de protestas
Esta ha sido una temporada marcada por las protestas del sector. El colectivo parece no tener el futuro muy garantizado. Las constantes inspecciones, la excesiva burocracia a la que están sometidos los pescadores, la falta de relevo generacional y la presencia de especies invasoras, se lo pone muy difícil a un sector que está sufriendo, que se está ahogando.
Tras años de reivindicaciones silenciadas, hace unos meses y gracias al empujón de los payeses, los pescadores salieron a la calle para protestar sobre su situación. Pese a ello, el colectivo hace una buena valoración de la temporada. «No es que se haya capturado mucha cantidad, pero el precio del pescado se ha mantenido al alza, cosa que nos ha ayudado a tirar adelante», explica Ortiz.