La calle Apodaca era el centro comercial de la ciudad. Había negocios de todo tipo y ni un local vacío. Los tarraconenses paseaban por esta calle como ahora pasean por la Rambla. Siempre había bullicio, gente entrando y saliendo de las tiendas. De eso hace ya 20 años. Ahora, el escenario es totalmente diferente. La mayoría de locales están vacíos, abandonados y llenos de excrementos de palomas. Algunos tramos dan auténtico asco. Los pocos negocios que hay apenas se ganan la vida. Dependiendo de la hora, no se ve ni un alma por la calle Apodaca.
«Da pena ver en lo que se ha convertido esta calle», explica José María Martín, quien abrió una tienda de manualidades y de juguetes en la calle Apodaca, hace casi 40 años. «Todos los locales estaban ocupados, la gente iba arriba y abajo, era un disfrute. Con el paso de los años, la calle se ha convertido en un lugar solitario, inhóspito, por donde no apetece ni pasear», dice Martín, quien añade que «la suciedad y el mal estado de las baldosas han contribuido a esta degradación».
Años atrás, la calle acogía comercios tan importantes y míticos como Indústria de la Goma, la panadería Socias o los Magatzems Valencia. También había muchas oficinas bancarias. Negocios que conseguían atraer a vecinos de toda la ciudad. Ahora, la mayoría de estos locales están cerrados y abandonados, o han sido sustituidos por restaurantes y bares con muy poco éxito.
El cableado al aire libre cruzando la calle, la suciedad, las baldosas rotas o el sinfín de excrementos de palomas, también han afectado negativamente al ambiente de la calle.
Para Martín, ha habido dos actuaciones claves que han contribuido a la degradación de la zona. Una es la puesta en marcha de las escaleras mecánicas del Palau de Congressos y, la otra es la construcción de la pasarela que une la playa del Miracle con el centro de la ciudad. «Antes, los turistas que llegaban en tren o los vecinos de la Part Baixa no tenían más remedio que pasar por la calle Apodaca para llegar al centro de la ciudad. Ahora, con las escaleras mecánicas, cogen otra ruta», dice Martín. Lo mismo pasa con los vecinos que van a la playa. Usan la pasarela y evitan pasar por Apodaca y Unió. «Por una parte es bueno, pero para nosotros, los comerciantes, ha sido negativo», añade el empresario.
Martín regenta una pequeña tienda de manualidades en la calle Apodaca. Tiene 74 años y se resista a jubilarse. «A veces, me asomo a la calle, miro a derecha e izquierda, y no se ve ni un alma. Me dan ganas de llorar. Con lo qué fue y lo qué es», añade.
Vecinos y comerciantes aseguran que «la tipología de negocios que hay últimamente en la calle tampoco no ayuda mucho», dice Antonio Santos, un vecino. Es el caso de un supermercado que abre las 24 horas del día. «Aquí se juntan desde personas vulnerables hasta personas conflictivas. Siempre hay peleas y gritos. No es agradable», dice Carmen Puig, presidenta de la Associació de Veïns del Barri del Port, quien añade que «la degradación es un polo de atracción para grupos conflictivos». Parece ser que, ahora, tras un estudio, el Ayuntamiento obligará al supermercado de la calle Apodaca a cerrar puertas a las diez de la noche. Una medida que busca poner fin a la inseguridad de la zona.
Àgata Abella es encargada de la farmacia Fullana. Hace más de 20 años que trabaja en el negocio y asegura que ha visto cómo la calle ha ido deteriorándose poco a poco. «Para mí, el problema son los locales vacíos y abandonados, y el ambiente problemático que se ha generado en los últimos años», dice Abella, quien asegura que «nos han dejado de la mano de Dios y esto ya no hay quien lo solucione».
«No nos gusta vivir aquí. Estamos buscando piso en otro punto de la ciudad. Los comercios dan luz, y la luz da seguridad. Si no hay tiendas, nos sentimos inseguros», explica Laura Mateo, una vecina.
Otro de los negocios míticos que hay en la calle Apodaca es Can Domènech. Sara y Trini, las dos almas de la tienda, son muy contundentes. «Si el Ayuntamiento se quisiera el barrio y la calle como lo queremos nosotros, no hubiera dejado que la cosa se deteriorara de esta manera», dice Sara Domènech, quien insiste en qué se han sentido abandonados durante muchos años. Para las hermanas, la calle empezó a degradarse cuando se hizo el paso a nivel de la Plaça dels Carros. «Da miedo pasar por allí. Es normal que los vecinos de la Part Baixa prefieran ir por otras calles, en lugar de pasar por el túnel ese», añade Sara.
Locales vacíos
Tanto vecinos como comerciantes coinciden en que el gran número de locales vacíos y abandonados es el principal problema de la calle. Por eso el Ayuntamiento ha impulsado la elaboración de un censo para saber cuántos locales comerciales vacíos hay en la ciudad y así poder tirar adelante medidas que fomenten la apertura de negocios. Este sería un primer paso para luchar contra la degradación de la calle Apodaca.
El Ayuntamiento es consciente del deterioro que sufre la calle
El Ayuntamiento de Tarragona asegura ser consciente de la situación de degradación que vive la calle Apodaca y que hace años que se arrastra. «Por eso, se está trabajando en diferentes acciones para mejorar este eje», explica la concejal de Comerç, Montse Adan.
La primera medida será el inminente cierre nocturno del supermercado 24 horas, «que suponía un problema de convivencia y de seguridad», dice Adan. También se han desplegado referentes de barrio de la Guàrdia Urbana en la zona del Port.
Pero, sobre todo, a mediano y largo plazo, el Ayuntamiento trabaja en la reforma del eje Unió- Prim-Apodaca, que pretende que los peatones ganen protagonismo y que se pueda dinamizar la zona a nivel urbanístico y comercial. A principios de este año, se abrirá el concurso de ideas para el proyecto.
Además, explica la concejal, «también se han desplegado 25 aciones del Pla Integral de la Part Baixa, que tienen un impacto directo en la calle y en el barrio».
Finalmente, el gobierno municipal propondrá la Part Baixa como zona para desplegar la Llei de Barris de la Generalitat, «cosa que permitirá acelerar la rehabilitación de la zona», acaba Adan.