¿Para qué ojos fueron creados las enormes siluetas de Nazca? ¿Por qué los grandes creadores se empeñan en resolver aspectos de sus obras que ningún ser humano puede llegar a valorar? En vista del sopor que el agnosticismo contemporáneo es capaz de producir, y aunque la existencia de Dios no nos acabe de convencer, ¿no sería mejor hacer “como si” Dios existiese y pudiese juzgar nuestras obras? Cualquier lugar tiene un punto de vista. Subirse a una altura para comprender mejor la geografía. Esta era la idea. Esa «Acropolis» tarraconense, en la que convive el templo de Augusto, con una Catedral maciza y mineral. Cuando Dios nos mira, tiene esta visión. Una calle Mayor que se precipita hacia el mar, unas tejas simétricas como piezas de puzzle, un cimborrio que recorta el cielo azul de enero y una campana, la Capona que no toca per cap fill de Tarragona. ¿Por qué es todo más bello desde arriba? Lo dicen los astronautas y los pilotos que el mejor regalo es poder ver el mundo con los ojos de Dios. Hoy el Diari, gracias a Marc Bosch nos permite hacernos una pequeña idea del disfrute divino.

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