Hacemos la prueba: nos disponemos a visitar el Passeig Arqueològic, la Muralla Romana. La página web de Tarragona Turisme o la del Museu d’Història explican todos los detalles básicos: datos históricos, ubicación, precios, horarios... De lo que no hablan en ninguna parte es de los escalones que separan la acera de la entrada o de que las personas en silla de ruedas tienen que pedir que les abran la puerta de atrás para poder hacer parte del recorrido.
Y aunque los escalones son una barrera evidente, lo que muchos no ven es que este desnivel no es el único que impide que personas de todas las edades y condiciones puedan disfrutar de una visita en igualdad de condiciones. La Plataforma Representativa Estatal de Personas con Discapacidad Física, PREDIF, que cuenta entre sus miembros con federaciones catalanas, elabora una guía de turismo accesible y en ella se destaca de la Muralla, por ejemplo, que entre quienes atienden al público «nadie sabe lengua de signos para personas sordas», o que no hay folletos en lectura fácil ni rótulos de señalización que indiquen el recorrido de la visita.
Jordi Planas, asesor en temas de accesibilidad y usuario de un bastón (perdió una pierna), explica que él, por ejemplo, antes de plantearse una visita a este paseo, necesitaría saber detalles como si hay suficientes bancos a lo largo del recorrido para poder sentarse, y esa información no aparece en ninguna parte. «Llega un momento en el que después de volver de tantos sitios sin poder visitarlos si no estás seguro ya no vas», señala.
Y no se trata solo de visitas, como explica Anna Caparrós, usuaria de una silla de ruedas. Cuenta que alguna vez no ha podido disfrutar de alguna representación histórica que se hacía en un monumento «por culpa de unos escalones».
20 años de patrimonio
Pero el caso de La Muralla no es excepcional; los monumentos tarraconenses, en general, adolecen de problemas de accesibilidad. Es una de las grandes asignaturas pendientes justo ahora que se cumplen 20 años del nombramiento del conjunto arqueológico de Tarraco como Patrimonio Mundial por la Unesco.
«El patrimonio no es accesible», reconoce sin paliativos el concejal de Patrimoni del Ayuntamiento de Tarragona, Hermán Pinedo, quien señala que ya se están redactando los proyectos para solucionar barreras arquitectónicas en algunos monumentos de la ciudad. Su apuesta es por hacer un estudio monumento por monumento «porque creemos que de esa manera podemos tener una solución más rápida y eficaz». Se desmarca así de la propuesta de la concejal anterior, Begoña Floria, quien en enero del año pasado anunciaba la redacción de un plan para mejorar la accesibilidad del conjunto de los monumentos que no llegó a ver la luz.
Entre las primeras acciones a emprender está acondicionar la entrada a la arena del Amfiteratre para que sea más accesible no solo para las personas con problemas de movilidad, sino para todos los visitantes. Estas obras se llevarían a cabo el año próximo. Además, entre el 2020 y el 2021 también se debería mejorar la accesibilidad del Passeig Arqueològic en el marco de las actuaciones que se harán en el lugar.
Pero tal vez la actuación más importante en cuanto a barreras arquitectónicas es la que se llevará a cabo en el Fòrum de la Colonia, recientemente cedido al Ayuntamiento por parte de la Generalitat.
El Consistorio presentó un proyecto para la solicitud de una subvención correspondiente al 1,5% Cultural, del Ministerio de Fomento. La ayuda, de 450.000 euros, se completaría con una inversión municipal de 80.000 euros. En caso de que no se reciba la inversión estatal, el Ayuntamiento ya ha anunciado que seguirá con las reformas aunque por fases. La idea es que el yacimiento se convierta en una zona verde accesible y abierta al público y en el proyecto se primará, por ejemplo, buscar una solución a las escaleras desde la calle Lleida. Además, explica Pinedo, hay que conseguir que todo el suelo (hay parte con un camino de piedras) sea practicable en silla de ruedas.
En resumen, explica, se requieren inversiones importantes, pero se trata, sobre todo, de un problema de voluntad.
Cambiar el chip
Montserrat García, referente de accesibilidad de la federación ECOM, que reúne a 136 entidades de personas con discapacidad (113 en Catalunya), considera que, más allá de la inversión económica que hace falta para acometer la necesaria eliminación de barreras arquitectónicas (algo que suele requerir una importante cantidad de recursos económicos), se suele dejar de lado la supresión de barreras sensoriales o de información «que son infinitamente menos costosas».
Con estas acciones no solo se hacen accesibles las visitas a personas con problemas de visión, audición o discapacidad intelectual, sino que también benefician al conjunto de la población, incluidos mayores y niños.
En este punto cree que es clave insistir en la gestión de la información. «Si inviertes mucho dinero en hacer accesible un lugar pero no informas en una página web es como si no existiera», señala en alusión a cómo las personas con discapacidad suelen planear sus visitas.
El otro gran asunto pendiente es conseguir que las personas implicadas en la atención al público tengan formación en estos temas porque en muchos casos ni siquiera saben identificar si los recintos son accesibles o no y dónde están los problemas. «En algunos talleres me han llegado a decir que no se han encontrado con el problema porque nunca acuden personas con discapacidad. Y piensas: ¿Cómo van a venir?... Mientras se hacen inversiones para suprimir barreras físicas es básico que al menos se informe de si son accesibles o no».
García estuvo justo el año pasado en Tarragona con su pareja, que va en silla de ruedas, y dice que «me choca la poca apuesta por conservar y mostrar el patrimonio que ya existe». Reconoce que les costó encontrar información sobre sitios accesibles y que es una importante desventaja para Tarragona la forma misma de llegar a la ciudad desde que la mayoría de los trenes se trasladaron fuera de la ciudad, a la estación del Camp de Tarragona.
Jordi Planas va más allá y recuerda que no solo los monumentos no son accesibles, sino que la ciudad en general no ha sido capaz de hacer el plan de accesibilidad que debería tener listo desde hace años. «Así somos patrimonio mundial, pero no patrimonio de todos», se lamenta.