Nada como una mañana húmeda y fría para pasarla paseando entre huertos y acequias, y abrir la mente a un entorno tan desatendido como desconocido para la mayoría de ciudadanos de Tarragona.
Se habla mucho de la «zona de la Horta Gran», y demasiado a menudo sin conocimiento de causa. La Cooperativa L‘Escamot y la Comunitat de Regants de Tarragona organizaron ayer una caminata por este entorno de la parte oeste del río Francolí con la voluntad de dar a conocer el espacio y revalorizarlo.
Unas 70 personas, entre ellas muchas familias con niños, acudieron a la cita y realizaron el recorrido de seis kilómetros que rodeaba tres de los principales huertos: Horta Gran, Roca y Campsa.
Tres horas y media para conocer ‘la huerta’ de Tarragona, esa zona histórica y de gran importancia fértil que hace décadas llenaba el mercado de la plaza y alimentaba las cocinas de la ciudad.
«Hoy en día solo quedamos un puñado de gente trabajando aquí, la situación es lamentable», explicaba el presidente de la Comunitat de Regants, Josep Maria Huguet: «Esto es como pasear por el cementerio», decía. Todavía recuerda los años de gran actividad que mantenían viva la zona, con huertos de hortalizas y avellanos. Ahora, la Comunitat apunta a «unos cinco o seis productores», y solo uno se dedica a ello profesionalmente; el resto lo hace para el consumo personal y familiar.
«Parece que uno se tiene que agachar demasiado», ironizaba Huguet sobre las condiciones de los payeses.
Qué esconde el Francolí
A lo largo del recorrido, los participantes pudieron descubrir qué esconde el lado ignorado del Francolí: una acumulación de huertos y parcelas de diversa geometría, con pocos habitantes y mucho silencio para ser una mañana de sábado.
Algunos de los agricultores esperaban en la puerta de las fincas para explicar el cambio evidente. Si antes todo era campo de avellanos, ahora se cultivan casi únicamente olivos.
«Con el cambio de las calificaciones a suelo edificable la gente se compró parcelas no para cultivar sino para pasar el domingo», lamentaba Albert Vives, propietario de uno de los huertos y miembro de la Comunitat de Regants, que ha visto en primera persona la evolución estas últimas décadas.
Si antes había 500 hectáreas de suelo cultivable ahora hay solo 125, aunque no todas en uso. «Son terrenos pequeños y así no sale rentable. Si la tierra no se trabaja, no está bonita», se resignaba Vives. La situación es drástica, hay tan poco interés que desde la Comunitat avisan que la zona «podría desaparecer del todo».
De huerto a vertedero
Desde L’Escamot, la cooperativa tarraconense que promociona la movilidad activa, querían «visibilizar un espacio olvidado por la ciudadanía con una importancia patrimonial y ecológica brutal», en palabras de Lluís Delclòs.
Una zona que ahora ya solo es parte de lo que era debido al crecimiento de la trama urbana y vial que la dejó trinchada y apartada pero que «mantiene parte de su esencia» y que todavía conserva algunos vecinos.
Y lo hace desde que en la segunda mitad del siglo XIX se inauguró la mina con la que se consiguió regar los huertos, a través de una instalación todavía en uso, el Rec Major. Su construcción fue una auténtica revolución para los payeses, aunque en ese momento Tarragona miraba hacia el centro con la construcción en paralelo de la Rambla Nova.
«El potencial agrícola es muy alto pero ya no se le saca tanto partido como antes», reivindicaban desde la cooperativa a la vez que apuntaban a unos nuevos usos del espacio. «Ahora, estos huertos se han convertido peligrosamente en un espacio alejado de la ciudad, la espalda de Tarragona, poco cuidados, donde la gente se piensa que puede verter sus residuos, lo que tiene muchas consecuencias ecológicas», denunciaba Delclòs.