La calidad del aire en el Camp de Tarragona viene siendo sin duda un tema de debate entre la población. ¿Cómo respiramos? ¿Quién lo mide? ¿Cómo lo mide? ¿Cumplen esos datos con los parámetros que regula la legislación? ¿Cuáles son los límites?
A nivel institucional, es la Generalitat de Catalunya la que monitoriza los compuestos contaminantes más presentes. En la demarcación de Tarragona, las veinticinco estaciones instaladas en diferentes puntos se encargan de analizar los siguientes: dióxido de azufre (SO2), dióxido de nitrógeno (NO2), ozono troposférico (O3), material particulado de diámetro inferior a diez micrómetros (PM10) y 2,5 (PM2,5), sulfuro de hidrógeno (H2S), benceno (C6H6) y otros compuestos orgánicos volátiles, monóxido de carbono (CO) y cloruro de hidrógeno (HCl), además de metales como el arsénico, el plomo o el mercurio.
Estos datos son tramitados por la Generalitat y pueden consultarse vía internet. A final de año, la Administración lleva a cabo un anuario que muestra cómo está el territorio en relación con cada compuesto analizado según los valores de referencia marcados por la legislación vigente.
Para superaciones de los límites, se establecen dos umbrales: el de información (nivel a partir del cual una exposición breve supone un riesgo para la salud de aquellas personas más vulnerables) y el de alerta (un riesgo para el conjunto de la población).
De los contaminantes presentes en la demarcación, se ha superado el umbral de información –superaciones puntuales de concentraciones mayores a 180 microgramos/m3 de media en una hora– para el ozono troposférico en cuatro ocasiones: una en Reus, una en Alcover y dos en Constantí.
El resto de contaminantes no han superado los valores marcados por la legislación. La Unión Europea (UE) está en proceso de redacción de una nueva directiva de calidad del aire, con lo que estos valores serán próximamente revisados y, en algunos casos, se reducirán.
Sí que han existido superaciones años atrás. Desde 2005, las ha habido en Perafort, Flix, Reus, Tarragona, Vila-seca, Constantí, Alcover, Amposta, Els Guiamets, Vandellòs i L’Hospitalet, Gandesa, L’Ametlla de Mar y Alcanar.
Estos límites, según el catedrático de Química Analítica de la Universitat Rovira i Virgili, Francesc Borrull, «son referencias que han ido modificándose». «El objetivo es llevar a cabo más controles y que estos sean abiertos para que la Administración, las empresas y la sociedad estén de acuerdo en los parámetros que se fijen», añade.
La sensación vecinal
Ponent es la zona de la ciudad de Tarragona más próxima a la industria petroquímica, motivo por el cual algunos de sus vecinos, pese a que reconocen y valoran los puestos de trabajo que ofrece el sector, se muestran preocupados.
«Los datos de las empresas dicen que cumplen con lo establecido y yo no puedo contradecirlo porque no me fío de las máquinas de la Generalitat», indica la presidenta de la Asociación de Vecinos de Bonavista, Loli Gutiérrez. Remarca que «está claro que los barrios corren un riesgo al estar cerca de las químicas y que la preocupación y el miedo siguen existiendo, pero también es cierto que estas zonas se benefician de los puestos de trabajo».
Por su parte, el presidente de la Federació d’Associacions de Veïns Segle XXI, Jacinto Moreno, comenta que ve la calidad del aire en Tarragona «perfectamente»: «No creo que tengamos ningún problema: lo avala la Universitat Rovira i Virgili (URV)». «No obstante, pensamos que hace falta más comunicación», añade.
El presidente de la Federació d’Associacions de Veïns de Tarragona (FAVT), Alfonso López, explica que «hay dudas y desconfianza sobre los datos que llegan». «Creo que el Ayuntamiento debería recuperar el proyecto del estudio de la calidad del aire y exigir a la Generalitat que se implique», añade. La FAVT propuso la instalación de paneles luminosos en puntos estratégicos.
Desde Torreforta, la presidenta de la Asociación de Vecinos, Úrsula Martín, declara que los ciudadanos piensan que les engañan en relación con los indicadores que se publican: «La sensación general es que estamos olvidados, pero también es cierto que la comunicación es mejor que años atrás», sentencia. A pesar de todo, la realidad es que existe una desconfianza generalizada a lo largo y ancho del Camp en relación con los datos ofrecidos.