La Fundació Pere Tarrés abrió su delegación en Tarragona en 2003. Actualmente atiende a 5.100 personas y cuenta con unos 500 trabajadores. Aunque en el imaginario colectivo se les asocia especialmente con los campamentos y colonias, lo cierto es que trabajan en programas con niños, jóvenes, mayores, inmigrantes, personas con discapacidad... Montse Vall, su delegada, está más acostumbrada a trabajar a pie de calle que a dar entrevistas, así que cuida al detalle lo que cuenta: trabaja con material sensible, con personas que ya están en una situación complicada como para que los detalles de su situación sirvan para estigmatizarlas más.
La fundación gestiona para el Ayuntamiento de Tarragona los seis centros abiertos para niños en riesgo de exclusión social. ¿Qué hacen allí?
Los niños van cada día al salir de la escuela, pero es un espacio abierto que va mucho más allá del refuerzo escolar. Es todo un trabajo a nivel global, tanto con los niños como con su entorno, en especial sus familias. Trabajan valores, convivencia, tienen espacios de celebración... Es un sitio donde pueden tener todas estas vivencias de las que a veces carecen por tener una situación familiar complicada.
Trabajan con las familias. Supongo que no es fácil; a los padres no siempre nos gusta que nos digan cómo hacer las cosas.
El equipo que está trabajando con las familias está haciendo una gran labor porque es un trabajo lento, complicado, que requiere mucho esfuerzo y está basado en la confianza. El número de familias se va incrementando y el servicio se va consolidando porque van viendo que da resultados muy positivos.
En general la entidad trabaja con muchas familias en situación de vulnerabilidad. ¿De verdad la crisis económica ha terminado para ellas?
Continúa habiendo necesidad, continúa habiendo familias que están sufriendo mucho y tenemos que seguir haciendo el esfuerzo de poner recursos para darles todo el soporte.
«Continúa habiendo necesidad, familias que están sufriendo mucho, y tenemos que seguir haciendo el esfuerzo de darles todo el soporte»Un estudio encargado por el ayuntamiento a la URV dice que hay una diferencia de dos años académicos entre los chicos que realizan actividades extraescolares y los que no, cuando acaban la educación obligatoria. ¿Las desigualdades se acentúan fuera de la escuela?
Precisamente por eso es tan importante que desde las fundaciones aportemos todo el valor a estos niños a través de estos proyectos de refuerzo escolar, a través de las colonias de verano, de los casales... Que podamos de alguna manera conseguir que esta distancia no sea una brecha tan grande.
¿Qué le aporta a los niños poder participar en un casal?
Es la visión del ocio en el sentido más amplio, del trabajo de valores, la socialización, el compartir... Se trabaja de una perspectiva más centrada en la persona.
En el caso de los adolescentes, que son más autónomos, supongo que es más difícil intervenir.
Uno de los atractivos del campo de la acción social es que cada grupo tiene sus peculiaridades. Es un colectivo que es más difícil que se enganchen, pero cuando son proyectos pensados con ellos al final participan y se puede disfrutar mucho con ellos.
«Tenemos casos de personas mayores que no salían de casa y ahora tienen un grupo de amigos, y este es el motor de su vida»Y además tienen jóvenes que son voluntarios en sus actividades.
Sí, hay una parte de voluntariado muy importante, hay muchos jóvenes muy comprometidos y les acompañamos para que puedan dar salida a estas inquietudes.
También preparan actividades para personas mayores.
En los últimos años se ha detectado que era importante visibilizar a todos estos mayores. El reto ha sido conseguir ofrecerles respuestas para que no se sientan excluidos.
Las administraciones están contratando a entidades y fundaciones para que asuman el trabajo con las personas más vulnerables en vez de hacerlo directamente. ¿Cómo lo ve?
La administración tiene una papel y está haciendo un esfuerzo por cubrir todo lo que detecta, y las fundaciones cubrimos otras partes hasta donde podemos llegar con nuestro soporte.
«Hay jóvenes de los que en un momento te has temido lo peor y cinco años después están trabajando y tienen una vida de la que ellos se sienten orgullosos»Lleva 20 años trabajando en el ámbito social. ¿Recuerda situaciones que le hayan hecho pensar que su trabajo vale la pena?
De hecho, una de las motivaciones más grandes de trabajar en el campo social es ver que después de mucho esfuerzo, de momentos en que incluso tienes dudas de cómo acabarán las cosas, con los años los resultados se ven en la calle, aunque no salgan luego en los titulares.
Póngame ejemplos.
Niños de la ciudad de Tarragona que los llevas a la playa y te dicen que no habían estado nunca. Casos de mayores que no salían de casa y ahora tienen un grupo de amigos y este es el motor de su vida; o jóvenes de los que en un momento te has temido lo peor y cinco años después están trabajando y tienen una vida de la que se sienten orgullosos después de momentos en que ni ellos apostaban por sí mismos, de que los acompañábamos con miedo.
Y lo que se encuentran en las colonias.
Sí, hay niños que nunca habían salido de colonias y cuando regresan dicen que ha sido la mejor cosa que les ha pasado en la vida. Hay muchos ejemplos que nos animan para continuar y seguir poniendo la pasión que ponemos en el trabajo.