¿Pan para hoy, hambre para mañana? El desplome de emisiones CO2 por el parón económico y de la movilidad frente a la crisis del coronavirus ha abierto el debate sobre los efectos climáticos a largo plazo. Por ahora, resulta incierto y complejo determinar las repercusiones. La primera reflexión que hace Josep Lluís Domingo, catedrático de Toxicología y Salud Medioambiental en la URV y director de TecnATox, es que «la mejora de la calidad del aire es un efecto secundario de la pandemia». «Si la crisis del coronavirus hubiese tenido lugar hace 100 años, cuando la contaminación era menor, no hubiésemos notados los beneficios, porque la actividad industrial era más baja y los coches apenas existían», argumenta el experto y señala que «aunque es un efecto colateral positivo, podría haber sido negativo porque el parón de la actividad y del tráfico, que provoca el confinamiento, son beneficiosos ambientalmente, pero nefastos en términos económicos».
En esta misma línea, Josep Lluís Domingo recuerda que «del mismo modo que consideramos que la pandemia es temporal, el desplome de las emisiones también será temporal, porque la contaminación se reduce por aspectos económicos –porque hay empresas que cierran y personas que no cogen el coche– circunstancias que fuerzan que las emisiones también bajen».
Por otro lado, él mismo señala que «cualquier rebaja de la contaminación es altamente positiva para la salud». «Si yo respiro mejor, además de que mi sistema cardiorrespiratorio estará menos estresado y en mejores condiciones de defenderse de cualquier ataque externo, y mi sistema inmunológico más optimizado, la reacción frente a cualquier enfermedad respiratoria será mucho mejor», afirma el experto.
Nuevos patrones
Los expertos tampoco descartan la consolidación de nuevos patrones de movilidad ni el teletrabajo, factores que impactarían en la demanda de petróleo y el balance de emisiones. Enric Aguilar, investigador del Center for Climate Change, C3, indica que «la caída de las emisiones es una evidencia y en algún momento todos lo hemos pensado, pero si después habrá un cambio o no, está por ver». En este sentido, el experto resalta que «es una oportunidad para que nos demos cuenta de que muchas cosas pueden funcionar, siendo menos intensivos energéticamente, es decir, cualquier familia habrá pasado de un gasto de 70 euros en gasolina semanal a un gasto mínimo».
Sobre si aprovecharemos o no esta oportunidad, el investigador está convencido de que «como mínimo, parcialmente sí. Muchas empresas se darán cuenta de que el teletrabajo es eficiente y produce un ahorro, y la sociedad nos daremos cuenta de que podemos hacer muchas cosas, moviéndonos mucho menos, es decir, sin desplazamientos innecesarios».
Aguilar anima a «repensar el concepto de movilidad diaria, porque el teletrabajo está aquí para implantarse». Como ejemplo, cita la URV, de la que destaca que «está muy preparada, tanto en el ámbito de la docencia como de la investigación apostando por el teletrabajo». Por último, el investigador señala que, a nivel negativo, la crisis del coronavirus puede conllevar una «pérdida de confianza en el transporte público masivo, que a su vez puede tener un efecto negativo sobre las emisiones. Lo vemos en China, donde la gente vuelve a trabajar en coche o en taxi, y no en metro o autobús».