Un proyectil antiaéreo en un parque infantil en Vallmoll, un mortero en el agua de la Platja Llarga y hasta una bomba de aviación durante la construcción del Parc Central. La Guerra Civil terminó hace 80 años, pero los artefactos que se lanzaron siguen apareciendo con asiduidad, en los lugares más improbables, desde huertas a tejados, pasando por obras. «Se nota mucho cuando se hace obra civil, cuando hay actividad y empiezan a moverse los terrenos, o también en la época en que la gente sale más al campo», explica el sargento José Manuel Chacón, de Gedex, el grupo especial de desactivación de explosivos, al mando de los Tedax, los técnicos.
En Reus se han detonado 48 bombas en las últimas décadas: 23 granadas de mano, siete morteros, siete proyectiles de artillería, una granada de fusil, seis bombas de aviones y cuatro espoletas.Tarragona es muy fecunda en el hallazgo de estos restos de gran peligro. Es la cuarta provincia de España donde más se encuentran: 2.194 desde que empezó el recuento, en 1985, según se extrae de una respuesta parlamentaria al senador Jon Iñarritu, de EH Bildu. Es una media de una cada cinco días. Y eso sólo teniendo en cuenta los artefactos, porque si se suma el resto de material se alcanzan, según los archivos de la Guardia Civil en Tarragona, los 93.428 ingenios, donde se incluye munición variada. En Tarragona capital, por ejemplo, se han hallado 73 artefactos. Cuatro eran bombas de aviación. Estas cifras están marcadas, en parte, por la Batalla de l’Ebre. «Aquí hubo uno de los enfrentamientos más importantes de la Guerra Civil. Durante unos días se lanzó todo tipo de munición. Luego hubo una retirada y quedó bastante material, tanto del bando republicano como del nacional, que después ha ido apareciendo», aclara Chacón.
De Falset a El Vendrell
Pero no es sólo una cuestión ebrense. Las bombas en letargo, pero totalmente activas y amenazantes, aparecen diseminadas por toda la provincia: de las 29 localizadas y detonadas en El Vendrell a las 18 (la mayoría granadas de mano) identificadas en el pequeño municipio de Senan, en la Conca de Barberà, pasando por las 26 de Falset. «No significa que hubiera una confrontación en el lugar que se encuentran. La gente a veces se las llevaba, las retiraba o las guardaba por si la situación se complicaba», narra Chacón.
La cifra de bombas halladas desde 1985 roza las 2.200 en la provincia pero la de la munición total es aún mayor: son 93.428 ingenios, entre los que se incluyen objetos menores como balas o cartuchos.La casuística es diversa e incluye, por ejemplo, los cambios en un ataque aéreo porque, de repente, hay que priorizar otro objetivo. El repaso por el catálogo de bombas desactivadas por los artificieros es casi un recorrido histórico por la tecnología bélica empleada en el conflicto. «Hay material desde el 36 hasta que acaba el conflicto. La Guerra Civil fue un campo de experimentación para la Segunda Guerra Mundial. A veces se usaban algunas municiones sin catalogar, para las que no hay ningún manual y eso nos obliga a tener mucho cuidado y a investigar mucho a la hora de neutralizarlo», expone Chacón.
Desde granadas hechas en fábricas de Italia que acababan aquí hasta morteros o proyectiles de artillería, a veces armas rudimentarias pero tremendamente efectivas. «Hay mucha variedad de granada, desde la que tiene la forma típica, más conocida, a otra que te puede llevar a error, como un brazo de una lámpara, que es un recipiente metálico que ha sido cargado de pólvora y le han puesto una mecha. Es más artesanal, pero es una granada también», dice Chacón.
«Se nota mucho que en época de recogida de setas y de robellones hay más hallazgos»Entre los objetos más destacados, figura una bomba de aviación hallada en Torredembarra, durante las obras de ampliación de un supermercado, o una granada incendiaria alemana. «El material era un secreto de guerra, una combinación de dos productos que era capaz de perforar un carro de combate con un magma que no se apaga, que resiste incluso al agua. Son muy escasas y hacían mucho efecto. Eran capaces de cortar raíles de tren», desgrana Chacón. El artilugio se halló en un almacén de Tarragona mientras un vecino hacía limpieza.
Carlos del A.
Sargento Mossos d’Esquadra
Carlos del A., sargento de la unidad de TEDAX-NRBQ de los Mossos d’Esquadra en la provincia, admite que el trabajo de desactivación es habitual. «Tras la Guerra Civil no hubo una campaña de desminado como pudo existir en otros conflictos. De ahí que tengamos esta situación. No es un trabajo lineal. A lo mejor un día encuentras 15 y luego estás cuatro sin intervenir», explica. Desde 2008, los Mossos también se dedican a esta actividad frecuente en comarcas como la Ribera d’Ebre o la Terra Alta, pero también en el ámbito rural de lugares como Montblanc o Valls.