Junto con la sanidad, ha sido uno de los ámbitos públicos que han estado más bajo el foco. El curso presencial 2019-2020 acabó súbitamente a mediados de marzo y, a partir de ahí, se impuso la educación ‘on line’, con resultado desigual: en la universidad y la secundaria costó menos que entre edades más tempranas. La selectividad se pudo celebrar con restricciones y el verano dio un respiro para preparar un comienzo de curso que fue convulso.
El aula se adaptó a los nuevos tiempos: intentar bajar la ratio de alumnos por clase, circuitos de acceso diferenciados, más sesiones al aire libre, puertas y ventanas abiertas para la ventilación, geles, controles de temperatura, más limpieza y más tecnología con el desafío de fomentar la teleeducación cuando fuera posible. Algunos institutos optaron por distribuir la presencialidad por turnos.
Se estableció todo un protocolo para controlar los positivos manteniendo las burbujas de convivencia sin afectar al resto del centro. Los goteos de casos fueron constantes, así como las PCR en los colegios e institutos a todo el grupo y la posterior cuarentena, tanto de alumnos como de docentes; escenarios que han obligado a confinamientos cíclicos de estudiantes que han sido un reto conciliador para los padres.
El curso arrancó con polémica. La administración recibió críticas por no haber hecho una mejor planificación de las reaperturas de los centros y hubo colectivos de padres y madres que, temerosos de que el virus pudiera entrar en hogares vulnerables, se movilizaron pidiendo una vuelta segura, negándose incluso a llevar a sus hijos al colegio, reclamando más alternativas, como el ‘on line’, o la implantación definitiva de la jornada continua para reducir la movilidad.
El Departament d’Educació, que defiende siempre que las escuelas son seguras, se mantuvo firme a la hora de garantizar una educación presencial, sobre todo en infantil y primaria, bajo la necesidad de proteger una enseñanza universal e igualitaria. La brecha digital y el peligro de la formación deficitaria para una generación han sido debates recurrentes. La segunda ola del otoño obligó a endurecer las medidas y a apostar definitivamente por la docencia virtual en el caso de las universidades, para reducir la presencia en los campus.
El balance del primer trimestre del curso tiene luces y sombras. Hubo picos de contagio importantes y la situación sanitaria se complicó un mes después de la vuelta al cole, pero en las últimas semanas la mejora fue notable, con una reducción de los alumnos confinados. Así, el curso escolar, en el que el esfuerzo de profesores y directores es clave, avanza con una relativa normalidad, pese a todas las adversidades.