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Un patrimonio pendiente de explorar y explotar

Simbología. Los edificios de Reus están repletos de símbolos con numerosas interpretaciones y mensajes ocultos en la arquitectura

08 junio 2022 16:21 | Actualizado a 08 junio 2022 16:22
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Muchos elementos arquitectónicos pasan desapercibidos en el día a día de sus transeúntes, incluso edificios de los siglos XVII y XVIII que constituyen un legado barroco tan rico como el que se encuentra en Reus. Sin embargo, permanecen a la sombra del Modernismo. A estas se suman los edificios novecentistas, cuyos esgrafiados terminan desapareciendo, y las casas masónicas de estilo victoriano.

De hecho, el simbólogo Ramón Farré critica que «no haya ningún proyecto de patrimonio» y reclama que «habría que proteger más estos edificios porque lo novecentista es lo que nos da imagen y sin ella no podemos vender Reus».

Más allá del modernismo, hay numerosos símbolos y tradiciones que se están perdiendo. Reus va poco a poco olvidando o trasformando aquellas tradiciones que han acompañado a numerosas generaciones.

Salvaguardar un testimonio oral

Son ejemplos de ello la bendición de los automóviles y la dedicación a San Cristóbal, o fotografiar el sol cuando coincide con el campanario de la Prioral de Sant Pere cada 21 de diciembre, un fenómeno que también sucede en la Torre del Agua, en el Institut Pere Mata.

El simbólogo apuesta porque fue algo intencionado de los arquitectos modernistas, que pretendían superar al gótico y se basaron en el mundo ocultista para completar sus construcciones.

Precisamente, Farré empezó a investigar el simbolismo y así descubrió sus mensajes ocultos. Es más, sabe «muchas cosas de las que normalmente no se explican» porque pertenecen a la tradición oral y las grandes familias.

Entre masones, cristianos y el mal

Gran parte de esta simbología remite al efecto apotropaico, que otorga a algunos rituales u objetos el poder de protección ante los malos espíritus. Muchos, además, tienen una vinculación religiosa, como los cristogramas con el nombre de Jesús (el monograma IHS) o escudos con la ‘m’ de María, que se colocaban ya en edificios del 1600 para proteger el hogar y alejar el mal.

A su vez, la crucifixión de Jesús marcó la arquitectura con los clavos de hierro como símbolo de buena suerte y en contra de la brujería, así como las cruces en las cerraduras. Otros elementos vinculados al cristianismo son el gallo (animal solar) y el número 8.

La masonería es evidente en muchas calles, fachadas y portaladas. Los masones respondían a dualidades: el suelo de las logias es como un tablero de ajedrez, asimilando el yin y el yang; y abundan las iniciales JB, por Jakin y Boaz, sus dos pilares. Otros símbolos masónicos que se aprecian son los búhos, que, como describe Farré, «en época medieval se colocaban para espantar el mal».

Paralelamente, se incorporó el grutesco, que combinaba elementos vegetales con seres fantásticos y mitológicos en composiciones extravagantes y «antiestéticas». Una muestra es la súcuba esgrafiada en la esquina de las calles de Montserrat y de l’Hospital. Ramon Farré explica que existe la teoría que esta «demonia» simbolizaba un burdel, del mismo modo que la «cara B» de la historia del Judío del Raval cuenta que este estaría señalando hacia otro.

El estudio de esta simbología abarca las aldabas, las caras burlonas, las gárgolas, las mazorcas, el Dios Hermes o el delta masónico. Entre sugestión, imaginación y creencias, todos ellos componen un patrimonio histórico que genera gran curiosidad y que debería preservarse como un claro tractor de visitantes en el territorio.

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