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35 años de ‘La plumilla’

10 noviembre 2023 20:21 | Actualizado a 11 noviembre 2023 14:00
César Muñoz Guerrero
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Hay una columna periodística en España que no ha cambiado en 35 años. Al menos, no tanto. Está aquí, en el Diari de Tarragona. En la contraportada, que acoge contenidos de diverso calado, pero también un pequeño recuadro que unas veces habla de actualidad y otras de eternidad. Se llama ‘La Plumilla’ y lleva esa friolera de tiempo sin moverse de página.

Su autor es el periodista Antoni Coll i Gilabert, que redactó la primera el 11 de noviembre de 1988. Justo hoy se cumplen esos 35 años. Cuando empezó llevaba cuatro años de director y le quedaban por delante otros doce, más otros tres de propina en una segunda etapa. Se jubiló y presidió la Fundació Bonanit hasta que el pasado mes de marzo dio el relevo en la presidencia de la organización. Aquí sigue ‘La Plumilla’: restando vacaciones, Coll debe de llevar unos doce mil artículos diarios.

Fue una ocurrencia de Lluís Foix, que le sugirió la escritura cotidiana. Lo que a Antoni Coll le pareció una barbaridad terminó siendo un sueño posible

La idea original fue una ocurrencia de Lluís Foix, que le sugirió la escritura cotidiana. Lo que a Antoni Coll le pareció una barbaridad al principio terminó siendo un sueño posible. Ahora también evoca como un sueño su niñez en una casa de payeses donde leía con deleite novelas de Julio Verne. Pero el factor decisivo fue su abuelo médico, gran lector que le pasaba ejemplares señalados de La Vanguardia. «Lee este artículo de Augusto Assía». «Lee este otro de Carlos Sentís». Así descubrió que quería ser periodista.

Llegaron la juventud y la universidad, en la que terminó dos carreras, la de magisterio y la de periodismo. «Me interesó la disciplina del derecho». Según salió periodista entró en el recién inaugurado Diario de Lérida. Luego vino El Noticiero de Zaragoza, del que fue director, y el Diario de Barcelona, subdirector. Recuerda el período de 1980 a 1982 como años de vértigo en Barcelona. Jefe de sección en El Correo Catalán, guionista de Televisión Española, corresponsal de Diario 16. «Con aquello», dice, «no había quien pudiera».

Próxima estación: La Vanguardia. «En mi época inicial en Barcelona, antes de estudiar periodismo, había pasado horas y horas mirando la sede de La Vanguardia en la calle Pelayo. A ver si entraban o salían aquellas leyendas que leía desde siempre. En los escaparates de los bajos exponían fotografías». En 1982 se cerró el círculo. Vivía cerca de la estación de Sants y ocupaba plaza de redactor en la sección de política nacional.

Nunca es taxativa, siempre invita a la reflexión, a la memoria de los olvidados, al tiempo para detenerse. Un hueco como ‘La Plumilla’ da prestigio a un periódico

Entonces se presentó la ocasión de su vida. Pasaron dos años hasta que en 1984 un grupo de accionistas acudió a subasta pública con el fin de comprar el Diario Español. Entre ellos estaba ya el que sería editor hasta su fallecimiento, Luis Sánchez-Friera. Buscaban alguien en Barcelona para dirigirlo y pensaron en Antoni Coll. «Me llamaron. Prácticamente me ofrecían un cheque en blanco. No pude decir que no». Conocía Tarragona de antes, por familiares. «Aquel fue el viaje de mi vida».

Cuando llegó a la capital el edificio del periódico estaba en el mismo sitio, pero tenía menos pisos. Después se puso a la tarea de modificar las costumbres. El Diario Español era sobre todo la referencia local, para la información generalista estaba La Vanguardia. La reacción de Coll fue transformar la maqueta, la estructura y la cabecera. En el renombrado Diari de Tarragona se hicieron cosas como priorizar en el orden las páginas internacionales. Tras la duda de los accionistas, vino el liderazgo en las audiencias.

«Con ‘La Plumilla’ quiero que el lector sienta que respeto su inteligencia». Primera clave y raíz de las demás. ‘La Plumilla’ no es polémica ni escándalo, sino comentario sosegado. Heredera del humanismo, a veces tratado de urbanidad en sí misma. Nunca es taxativa, siempre invita a la reflexión, a la memoria de los olvidados, al tiempo para detenerse. Un hueco como ‘La Plumilla’ da oxígeno y prestigio a un periódico. También se cuestiona cosas y a veces hasta plantea respuestas. Sin dogmas, sin recursos fáciles. Solo una pregunta no responde, o lo hace por sí misma. ¿Cómo se puede permanecer vigente durante 35 años?

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