Por unas horas pareció que peligraba la Literatura en el bachillerato. En medio de tantas pantallitas, solo faltaba menospreciar al libro que, según Umberto Eco, «es como la cuchara, el martillo, la rueda o las tijeras, que una vez inventado no se puede hacer mejor».
En El infinito en un junco, Irene Vallejo ilustró sobre cómo durante generaciones la gente vivió en un mundo oral, hasta que apareció la escritura, origen de la Literatura. En mi infancia no todo el mundo sabía leer y escribir.
Anécdota: Vargas Llosa, García Márquez, José Donoso, Jorge Edwards... un día quedaron a comer en Barcelona. El camarero les dejó un papelito para anotar el pedido, pero se entretuvieron, hasta que apareció el maître y dijo: «¿Es que nadie sabe escribir en esta mesa?».