En 1859 el comerciante suizo Henry Dunant se vio envuelto en la batalla de Solferino entre franceses y austríacos. Viendo la situación de los heridos, decidió hacer algo para aliviar sus sufrimientos. De allí nació la Cruz Roja Internacional, admirable institución que ha escrito la mejor página humanitaria de la historia.
Visité su sede central en Ginebra y soy testigo de cómo atiende en Tarragona y en todo el mundo a las personas más pobres, a los refugiados, a las víctimas de catástrofes naturales y a los huidos del hambre y las guerras.
«La guerra es la guerra», se excusan algunos. ¡No! La Cruz Roja ha impulsado normas dentro de ella: no matar a quienes se rinden, asistir a los heridos, respetar a los prisioneros... Es decir, ser más humanos.