Londres es una ciudad de fantasmas literarios. Aparecen donde menos lo esperas: a la vuelta de la esquina de un café elegante, sobre un viejo pub escondido en un callejón, acunados en el abrazo silencioso de un parque, o escondidos en los rincones de un bullicioso mercado, susurrando historias del pasado. Cuando uno de estos fantasmas se revela, debes detenerte en seco y escuchar con atención, pues merecen ser tratados con amor y respeto. Londres, que ocupa un tercio de mi corazón, es una capital esculpida por sueños fluviales, una tierra moldeada tanto por el agua como por la historia, un lugar donde la memoria urbana se hace visible. Mi insaciable anhelo por la memoria literaria está quizás moldeado por mis orígenes tarraconenses. Durante años he caminado por las calles de Londres, Bruselas o París con una sed infinita. En la zona de Charing Cross busquen Craven Street. Al principio, podrían pasarlo por alto, pero si reducen el ritmo verán una placa azul emergiendo de las fachadas como una aleta rompiendo la superficie del océano. Herman Melville, vivió aquí. Meses antes de que Melville comenzara a escribir su inolvidable ‘Moby Dick’, una ballena lo había estado persiguiendo a través de las calles de Londres. Así explicaba el autor cómo había nacido la historia, porque son siempre las historias las que persiguen a los escritores.
Moby Dick
06 enero 2025 19:39 |
Actualizado a 07 enero 2025 07:00
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