Una ciudad con terrazas es sinónimo de una ciudad viva. De economía que rueda. Las plazas enormes llenas de ambiente en las calurosas y largas noches de verano configuran una imagen que nos gusta, pero que también genera muchas molestias. Las terrazas necesitan una normativa clara que tenga en cuenta todos los pros y contras. Porque, ¿quién tiene en cuenta el respeto al descanso vecinal? La regulación de horarios es un pilar fundamental. La Guàrdia Urbana no debería tener el protagonismo que tiene constantemente, ya sea en Tarragona, en Reus o en otras ciudades, con la imposición de sanciones a quien incumple la normativa. Este no debería ser su papel principal. Su función tiene que ser otra. Las madrugadas de los fines de semana, la Plaça de la Font está llena hasta la bandera. Las sillas y mesas se adueñan del enorme espacio, reduciendo el paso a apenas unos metros. Y el descanso se convierte en algo imposible. Por eso, es importante insistir en la necesidad de regularlo teniendo en cuenta todas las sensibilidades. Conseguir que la economía ruede y que los vecinos puedan descansar, al menos de madrugada. Que haya ordenanzas, y que sean reales y factibles.
Si hay un grito de auxilio hacia la convivencia y le damos la apertura del periódico de hoy, en esta edición nos hacemos eco de otra problemática alrededor de las terrazas, en este caso en Reus. Muy a nuestro pesar, sus compañeras de baile son las omnipresentes palomas, que día tras día deciden realizar su picoteo con los restos que quedan en las mesas. O directamente de los platos. Esto genera molestias a los restauradores, a los usuarios y a los vecinos. A todos. Y es que el problema de las palomas es grave. Unos y otros se pasan la pelota y la realidad es que, semana tras semana, la situación se hace más insostenible. Ellas se adueñan de nuestras calles y sus excrementos tiñen de suciedad mesas, sillas, bancos, calles y patrimonio. En Reus, en Tarragona y en tantos y tantos lugares. Urgen soluciones. Y urge una regulación.