Desde el pasado miércoles, 5 de enero, los animales de compañía, como perros, gatos y pájaros, adquieren por ley en España una entidad jurídica equiparable a la humana y se les considera parte de la familia.
La intención de la nueva normativa es buena: los animales no son cosas, no se les puede maltratar o abandonar y se les reconoce sentimientos, (aunque los sentimientos de un canario por estar enjaulado podríamos adivinarlos); pero de ahí a formar parte de la familia y que, en caso de ruptura matrimonial, intervenga un juez para regular la custodia compartida o el régimen de visitas, sinceramente me parece excesivo.
Por otra parte habría que ver qué piensa un perro del vestidito que le ponen para salir a la calle, o que piensa un gato de la «comida para gatos» de los supermercados.