Podríamos pensar que la ley Orgánica 1/1996 de 15 de enero de 1996 que permite a toda persona adoptada saber la identidad de su madre biológica termina con esa lacra emocional que les condenaba de por vida a vagar por el mundo buscando parecidos con cualquier mujer que se cruzan.
Adoptar en nuestro país hasta 1987 era ‘una cuestión privada’ que seguía las pautas de un sistema ‘alegal’ y por ello la mayoría de las búsquedas siguen en ese limbo en el que como respuesta obtienen que no hay documentos de nacimiento. Solo algunas órdenes religiosas que acogían a futuras madres solteras actualmente están ayudando con los registros de la Institución. Consultando esos documentos se puede llegar a la identidad de la madre, en especial cuando la madre se acogía al parto anónimo (vigente en España hasta 1999) y en los documentos de Registro Civil no consta su nombre. Solo con la ayuda y buena voluntad de las instituciones que las recogían antes del parto, se puede llegar a su identidad y al reencuentro, como ha sido en el caso de Jordi.
Las personas que tienen más complicado encontrar su identidad biológica son las que constan como biológicos de madres que por ADN se ha demostrado que no son las suyas. En estos casos, la falsedad documental comenzaba en el paritorio. El médico o la comadrona certificaba que había parido una mujer que estaba sentada en la habitación de al lado con el fajo de billetes en las manos listo para entregarlos a cambio de la criatura. Especialmente estas situaciones se producían cuando la madre compradora había fingido el embarazo ante su familia y al llegar la hora del parto, fallaba el embarazo el que llevaba en paralelo (y real) una mujer acogida en una institución para madres solteras.
En estos escenarios, cualquier mujer que había llegado al hospital con dolores de parto, sin demasiado arraigo con la ciudad, ya fuera por ser emigrante o venir de alguna otra población, se le comunicaba la muerte del bebé, se le aplicaba la Ley de Registro Civil con el Decreto de 14 de noviembre de 1958 que consideraba feto al que nacía muerto o moría antes de las 24 horas y que como tal feto la familia natural no tenía ni derecho a ver el cuerpo y mucho menos enterrarlo. En nuestra provincia, consultando los datos de Idescat, se puede observar que hay nacimientos registrados de madres primerizas de edad superior a 50 años. ¿El funcionario del Registro Civil cerraba los ojos ante los billetes?
Como sociedad tenemos la obligación moral de obligar a la Justicia a investigar estos casos y a que las personas a las que se les comunicó la muerte de su bebé puedan encontrarlos, así como las personas que buscan su identidad sepan realmente que pasó en el momento de nacer. La provincia de Tarragona tiene 21 denuncias presentadas sin resolver. Todas archivadas con excusas como «no hay documentos y no se puede seguir la investigación». Como ha demostrado Jordi, documentos sí hay. Otra cosa es que hospitales, médicos, registradores y demás personajes implicados los tengan cerrados bajo las siete llaves de la impunidad de la que siguen gozando gracias, en algunas ocasiones, a la protección eclesiástica y al pago «de lo que haga falta» con tal de seguir adelante con la promesa de ‘nunca encontrará nada’.
Ante la respuesta judicial de «no hay documentos», seamos conscientes: no se buscan ‘papeles’, se buscan personas.
Neus Roig es antropóloga y doctora. Es presidenta del Observatorio de Desapariciones Forzadas de Menores de la URV y autora del libro 'No llores que vas a ser feliz. El tráfico de bebés en España: de la represión al negocio (1938-1996)'.
El tráfico de bebés en los años 70 acaba con un reencuentro de madre e hijo en Salou
Las dos madres, la adoptiva y la biológica, se quieren conocer. Se han comprendido. La biológica, 41 años después de que le dijeran que su hijo, recién nacido, había muerto, ha podido abrazarle y hacer de madre en un reencuentro extraño pero después feliz, amable.