Sólo pasan unos minutos y parece que el tiempo se ha detenido. Unos minutos más y retrocede a una velocidad de vértigo. Tan rápido como veloz ha avanzado en las últimas décadas.
Y entonces en cada tarro, en cada caja, aparece un recuerdo. Y es como si no quisieras volver a salir de la tienda. Allí parece el tiempo recuperado. Ajeno a lo frenético del exterior. Algo conocido que da tranquilidad.
Un mundo en el que todavía se fiaba y que deberían visitar los jóvenes para saber qué era de verdad kilómetro cero, sostenibilidad, bolsas de papel, leche en botella de vidrio y garbanzos comprados a granel. Como el aceite, como la colonia.
Cerrada en 2012
La tienda de legumbres de Cal Figueres de El Vendrell cerró en mayo de 2012. Ya para entonces atesoraba cinco generaciones. Jaume Figueres fue el último. Cuando se jubiló puso fin a una historia que fue mucho más que la de ese comercio. Fue historia de El Vendrell. Y quizá de una época.

.

.

Figueres conservó y recuperó antiguos paquetes que ya vendía décadas atrás, productos hoy desconocidos para muchos, menos para los que los compraron en tiempos demasiado pretéritos. ¿Se acuerdan de las pastillas de jabón de olor? ¿De las cuchillas de afeitar Sevillanas o Iberia? ¿Del detergente Nieve?
Figueres abre esa puerta del tiempo a grupos. Josep Maria Cano ha hecho el viaje. «Me ha recordado a mi juventud. En casa siendo niño me enviaban a comprar aceite a granel». Víctor Hernández es más joven. «Esto deberían verlo los chavales de hoy. Es una clase de historia, de cultura. Que lo que hoy se pide ya se hacía».

.

Cal Figueres destacó durante décadas por sus legumbres cocidas. Cada día garbanzos y judías. Los martes y jueves lentejas. Y los miércoles de invierno, guixes, una legumbre de menos categoría. Pero entonces muchos llegaban donde podían.
Legumbres y bacalao eran típicos de la tienda. Y allí están las ollas donde se han cocido miles de toneladas. Quizá millones.
A granel
Los jóvenes no lo creerán pero hubo una época en que el aceite se compraba a granel. «Y había quien venía a llenar sólo la aceitera». Ya entonces era un producto caro. Papel higiénico El Elefante. Un clásico. Pero aún había otro más contundente. Sin nombre. Y por eso no pagaba impuestos.

.

.

Los visitantes en un primer momento comparten recuerdos, señalan botes, tarros y sifones. Pero hay un momento en el que el silencio se adueña de la tienda. Entonces cada uno viaja a su niñez. Al agua de litines y la magnesia. Al Colacao en botes de metal y a la malta molida en un molinillo de Cal Figueres.
El tamaño de los huevos
En la tienda quedan esos aparatos. Balanzas y básculas. Y un artilugio que servía para medir el tamaño de los huevos que los vecinos llevaban desde Albinyana. «El función del calibre se daba a cambio legumbres cocidas».
Tambores de detergente que una vez vacíos en las casas se llenaba de juguetes. Azufrines. Una barras de azufre para depurar las botas de vino una vez vacías. «Azufrines sin goteo».
Cada caja de metal, botella de sifón, ese molinillo para el café, también a granel, las papelinas de papel (lo de no usar bolsas de plástico ya estaba inventado, como los envases retrornables) activa un recuerdo y una sonrisa. «También alguna lágrima», explica Jaume Figueres.
Y en una de las repisas la foto de Montserrat, la esposa con la que Jaume estuvo 48 años y que falleció a finales del 2023. Fue alma mater de Cal Figueres. Siempre detrás del mostrador y que cuando cerró la tienda sugirió que todos aquellos productos que se guardaban en el almacén quedasen expuestos. Por eso todo sigue casi igual. Y a Jaume, a veces, se le rompe la voz.