Utilizar los excedentes de energía verde para que los aprovechen los municipios y puedan luchar contra la pobreza energética. Es una voluntad que la Universitat Rovira i Virgili (URV) está estudiando a largo plazo y que podría convertirse en una realidad cuando finalice el plan de despliegue de paneles solares fotovoltaicos.
Por el momento, la voluntad más próxima de la URV es instalar placas solares este 2025 en dos centros del Campus Sescelades de Tarragona y en la Facultat de Turisme i Geografia de Vila-seca. Unas actuaciones que cerrarán el proyecto de acción del centro universitario, iniciado en 2022.
Después de esta hoja de ruta, entre un 11% y un 12% del consumo total de energía de la URV provendrá de placas solares fotovoltaicas, tal y como indica el vicerrector de Economia, Infraestructures i Relacions Institucionals, Juan Antonio Duro.
En términos económicos, las actuaciones supondrán que el organismo universitario se ahorre entre 200.000 y 300.000 euros cada año, que es más o menos el 11% de los casi dos millones que la universidad se gasta en energía actualmente.
Duro expone que, una vez que finalicen las actuaciones relativas a la instalación de placas, la idea es examinar acciones como «introducir paneles en zonas no tan óptimas, pero con un retorno aceptable».
De momento, las que se han colocado son en cubiertas, pero la universidad quiere aprovechar para explorar vías que permitan aprovechar más el espacio. «Esto permitiría un despliegue adicional, por ejemplo, en el Campus Catalunya», comenta Duro. Otra línea de acción podría ser la de situar paneles en los aparcamientos.
¿Qué se ha hecho y qué queda?
En estos momentos, la mayor parte de los edificios universitarios cuentan ya con placas solares en funcionamiento, ya que el informe de despliegue de renovables así lo preveía. Por ejemplo, el Campus Sescelades, el Catalunya, el Bellissens y el de las Terres de l’Ebre ya disponen de paneles.
Todo se articula a través de cinco fases, de las cuales ya se han completado cuatro. La inversión total es de 1,4 millones de euros: 400.000 en la primera y segunda fase, 300.000 para el campus Bellissens y 700.000 para las últimas.
Ser comercializadora
El paso más a largo plazo que proyecta la URV es el de convertirse en comercializadora de energía: «Lo que querríamos y sería rentable es que toda la energía que generáramos pudiera crear un superávit importante en ese punto y pudiéramos distribuir los excedentes en otros centros», afirma Duro. Esto convertiría a la universidad de productora a comercializadora interna.
«Se trata de algo que no es fácil de hacer a nivel de requerimientos y de administraciones», afirma el vicerrector, motivo por el cual la institución se encuentra estudiando los trámites para, en el futuro, poder adoptar ese papel. Un papel que podría hasta ir más allá de comercializar el excedente de forma interna, ya que existe el planteamiento de que los ayuntamientos puedan sacar partido.
«Durante algunos días de la semana nos encontramos con que estamos en superávit, que se introduce en la red a unos precios pírricos; nos gustaría estudiar la posibilidad de que, en algunos puntos, estos sobrantes pudieran ser utilizados por los municipios para mitigar los problemas de pobreza energética», mantiene Duro.
Pone el ejemplo del Campus de las Terres de l’Ebre: «Tenemos excedentes durante los fines de semana y, por lo tanto, tendríamos interés en que esta producción, que no podemos aprovechar y por la que tampoco tenemos un interés económico especial, la aprovechen hogares que lo necesiten».