Una bandeja de canelones, platos de cartón, tapones de productos de la limpieza y un peine como detector. Con todo este material reciclado se construyó el disparador nuclear de protones –es decir, la mochila–, de los Cazafantasmas de la comparsa Cayo Largo. El ingenio fue la mejor arma de todos los participantes en la Rua de l’Artesania, que recuperó durante la tarde de este sábado las calles de la ciudad, tras el parón de un año por culpa de la pandemia.
El de este año ha sido un Carnaval low cost, pero muy a la altura de las circunstancias. La mayoría de comparsas se han gastado menos de la mitad de lo que habitualmente se gastan. El motivo es que, en esta ocasión, no concursaban. Así se decidió hace unos meses, teniendo en cuenta el poco margen de tiempo que tenían para prepararse los disfraces. Pese a ello, ayer se volvió a demostrar que, con o sin dinero, el Carnaval de Tarragona sigue siendo uno de los mejores del país.
Primeras veces
En la rua hubo de todo: desde perros hasta brujas, pasando por campanillas, científicos y palomitas. Para algunos era su primera vez. Era el caso de SahiljitSingh, un joven indio de 17 años, que llegó a Tarragona hace tres. Sus vecinos le insistieron mucho para que participase en el Carnaval, y Singh acabó aceptando el reto. Vestido de Abba, el joven apenas podía controlar los nervios minutos antes de empezar la rua con la comparsa Amics de la Part Alta. «Nunca me hubiera imaginado que se montara esta fiesta tan grande. En la India no se celebra el Carnaval como aquí», decía Singh.
También era la primera vez para Pau, el mago de la comparsa Les Carmelites. Tiene 9 años y ayer centró todas las miradas de las brujas que le seguían. Pau, acompañado de Valèria y Raquel, bailó toda la rua encima de la carroza. Su madre decía: «Está muy emocionado porque para él esto es un sueño hecho realidad». Las brujas de Les Carmelites lo tenían claro. «Hemos aprovechado todo lo que teníamos en el baúl de los recuerdos y nos hemos hecho un disfraz», decía Lumi Benitez, la presidenta de la entidad, quien añadía
Las comparsas empezaron a preparar el Carnaval hace muchos meses. Cuando se decidió que no había concurso, la mayoría de ellas optaron por dejar aparcado el disfraz previsto para el año que viene, y buscar una alternativa más barata. Esto, junto a la incertidumbre provocada por la pandemia, hizo que muchos comparseros hayan decidido saltarse esta edición y volver a filas en 2023. Es el caso de la comparsa Som i Serem Urban Style, una de las que cuenta con más afluencia y que este año iban del personaje de Disney, Cruela de Vil. En circunstancias normales, salen unas 110 personas. Ayer, el número se redujo a 70.
Otro de las particularidades de esta edición es que hubo comparsas que decidieron fusionarse para poder salir. Fue el caso de Platinum y Magic Dansa, ambas de los barrios de Ponent, que iban disfrazados de la temática del film El Príncipe de Zamunda.
Comparsas invitadas
En la Rua de l’Artesania participaron un total de 23 comparsas, más tres invitadas de otros Carnavales importantes del Estado. Esta fue una de las novedades más destacadas. «Nunca lo podemos hacer porque coincide en fechas. Pero este año sí», explicaba contento el presidente de la comparsa Salgueiro de Cartagena, Alfonso Sánchez. La comitiva, formada por 22 bailarines, llegó a Tarragona ayer por la mañana, con la voluntad de demostrar su arte y pasión opr el Carnaval. El disfraz, que impresionó a todos los presentes por su magnificencia, estaba inspirado la Alhambra de Granada y fue el que la comparsa lució en Carnaval de 2020, justo antes de la pandemia. Cartagena ha aplazado la fiesta para el mes de junio. Las otras dos comparsas invitadas fueron Fot-li Canya, del Carnaval de Vinarós, y las dos peñas de Águilas, llamadas Ikaleña y Agunille.
Remover consciencias
Por todos es conocido que el Carnaval también sirve para reivindicar, para remover consciencias y para cuestionar el sistema establecido. Así quiso hacerlo la comparsa Escola de Ball Nou Ritme quien, pese a no abandonar las plumas tan suyas, se disfrazaron de perros rockeros para sensibilizar a los espectadores. «Somos la revolución pata, queremos que se dejen de abandonar perros», explicaba el presidente de la comparsa, Marc Pedraza.
También hubo lugar para la sátira. Este año encarnada únicamente por la comparsa la Murga. Todos sus miembros se convirtieron en botella de alcohol por un día. Cervezas, Anís del Mono, agua del Carmen e incluso una botella del mítico licor Jägermeister, precedían una pancarta con el mensaje «Si no voleu botellón, busqueu una solució».
Cerraba el desfile el Rey y la Concubina, o lo que es lo mismo, los punkys Rafel y Francina de la Colla La Bóta. Ambos, bailaron sin cesar durante toda la rua, pese al cansancio acumulado de la última semana.
El de este año ha sido un Carnaval atípico, en el que las comparsas han demostrado que se puede sorprender con tan solo dos meses de preparación y mucha imaginación. El año que viene, más y, por supuesto, mejor.