Que suba la leche o el aceite puede trastocar más o menos la economía de su hogar, pero esta inflación disparada está poniendo contra las cuerdas a los bancos de alimentos, vitales para sostener la emergencia humanitaria de la Covid-19 (que aún se prolonga) y la sobrevenida de Ucrania. «Estamos en una situación límite, porque las cifras de entrada de alimentos siguen más o menos igual, pero se ha incrementado la demanda», explica Antoni Garcia, secretario de la Fundació Banc d’Aliments de les Comarques de Tarragona.
La entidad afronta estos días un gran inconveniente. «Hay que tener en cuenta que, con el mismo dinero, compramos menos cosas. La misma comida o bebida nos está valiendo un 10 o un 15% más. El producto estrella que nos hace falta es la leche. Ahora tenemos, pero seguramente la semana que viene haya necesidad, porque la demanda es muy grande y hay incertidumbre», añade García.
No se puede entender esta situación sin la invasión rusa a Ucrania. Por un lado, el ataque ha sido el factor que ha terminado por disparar los precios (un aumento del IPC del 10,5% en Tarragona, en marzo); por el otro, ha supuesto una urgencia en términos caritativos inédita, al menos por su rapidez. Solo bajo el cobijo de la Creu Roja han llegado 1.700 ucranianos a la provincia. «No tenemos suficiente con lo que recogemos. La guerra ha provocado un alud de gente que ha incrementado la necesidad. A eso se añaden los precios, que han ido al alza por el transporte y también la escasez. Por eso hemos tenido que reaccionar», explica García.
Se refiere, por ejemplo, a una recogida extra que se acaba de avanzar un mes en Tortosa para intentar paliar la situación. Ha servido para sumar en dos días 17.500 kilos. La situación es difícil en todo el territorio. Por eso, en Tarragona o Reus se van a hacer campañas concretas con marcas como Carrefour y El Corte Inglés. «El futuro es incierto y no sabemos qué puede pasar. El margen lo marca la necesidad y hoy en día la necesidad es mucha. No ha sido fácil hacer este llamamiento. Lo llevamos pensando desde febrero, discutiéndolo, pero no queríamos hacerlo para no cansar demasiado a la gente. Somos conscientes de que eso puede pasar», indica García.
«Estamos en un momento complejo por tres factores. Uno es el encarecimiento de los precios, con lo cual aquellas partidas para comprar alimentos dan menos de sí», confiesa Òscar Ologaray, portavoz de Banc d’Aliments, que añade: «Aún no hemos superado las necesidades que ha originado la pandemia. Hubo un pico al inicio de un 40% más de familias necesitadas que luego fue descendiendo pero aún estamos en un 20% más». El otro factor de la ecuación es Ucrania. «Imaginemos una entidad que antes atendía a 100 personas y ahora a 110 o 120. Quizás esté recibiendo la misma cantidad de alimentos pero, evidentemente, tiene que repartir entre más y por eso tocan a menos, de ahí que las cestas que reparten puedan ser más pequeñas si no lo pueden compensar», añade el portavoz. El resultado es que se necesitan más alimentos, dado que «las reservas son inferiores a las habituales».
Sin comida para entregar
Eduard Martín, responsable del programa de alimentos de Creu Roja Tarragona, admite que «la realidad de estos días es que no tenemos alimentos para entregar», fundamentalmente por un cambio en la entrega de los víveres que procedían de fondos de la UE. De tres entregas anuales se ha pasado a dos, por lo que entre marzo y abril no se recibió el pedido habitual. «Ahora avanzaremos entregas con alimentos recogidos de donaciones y campañas propias, hasta que a finales de mayo podamos disponer de lo que nos llega de Europa», indica Martín.
Antes de la escalada de precios, la entidad afronta ese descenso del programa Fondo de Ayuda Europea para los Más Necesitados (FEAD), de la UE, justo cuando no dejan de crecer las necesidades. En 2019 se entregaron 989.385 kilos/litros de alimentos en Tarragona a través de ese plan. En 2020 fueron 848.567 y en 2021 597.447 kilos/litros. Se trata de un descenso drástico de casi un 40% en dos años, justo los de la pandemia. En 2019, antes de la Covid-19, había 16.830 beneficiarios de ese programa –que constituye el grueso de todo lo que entrega Creu Roja y, por tanto, es una pieza clave de todo su cometido benéfico–. En 2020 fueron 18.339 personas las que recibieron esas ayudas en alimentación y en 2021 algo más, 18.543. Es un ascenso progresivo año a año.
Esa bajada de las aportaciones que llegan desde el continente se ha intentado compensar con las llamadas tarjetas monedero (en 2020 se dieron 10.077 y cada una de ellas beneficia a 3,5 personas de media), con programas de captación de donaciones y con algunos convenios locales, todo ello para paliar esa situación actual de menos disponibilidad. «Afrontamos una mayor necesidad por la pandemia, que aún continúa, y después no han dejado de venir más inputs negativos, como la guerra o los precios, así que la demanda ha ido creciendo ligeramente», cuenta Eduard Martín, que agrega: «Los precios también afectan. Si ahora se hace una licitación, perjudicará. Si nos pasa como personas individuales, también como entidades». Las otras aportaciones, más allá de los fondos europeos, intentan mantener la ración de alimentación que se entrega, aunque momentáneamente algunos productos de la cesta que se da se han tenido que reducir.
Mar Fernández, técnica responsable del programa de necesidades básicas de Càritas Diocesana en Tarragona, reconoce que «la inflación se ha notado mucho, ya que puedes comprar menos». «Si antes, por ejemplo, en cuestiones de higiene comprabas tres tipos, ahora solo dos, hemos tenido que reducir, aunque intentamos compensar de todas las maneras para que el beneficiario no reciba menos cantidad», asume. La demora en las ayudas procedentes de Bruselas, que llegarán en breve, ha hecho que «muchas parroquias de Càritas estén bajo mínimos y necesiten un refuerzo de alimentos» y ha dejado «descubiertos» algunos meses de este año, como han denunciado algunas entidades.
Fondos económicos extras
Eso ha hecho que Càritas Diocesana haya tenido que activar en Tarragona estas semanas fondos económicos extraordinarios, como ya pasó en 2020, con la irrupción de la emergencia sanitaria. «Hemos visto que se han doblado las peticiones para recibir ayuda y en eso tienen mucho que ver las familias de Ucrania que han venido. Son núcleos que han llegado fuera de los circuitos oficiales y que han sido acogidos por particulares que estaban aquí, sobre todo en Salou. Ha llegado un momento en que no pueden sostenerse económicamente y piden ayuda», explica la trabajadora de Càritas.
Las necesidades en 2021 bajaron ligeramente en Càritas respecto al impacto inicial del Gran Confinamiento pero las cifras de beneficiarios son superiores a antes de la pandemia, por lo que los efectos de la Covid-19 a nivel asistencial aún duran. «Es toda una suma de factores. Ahora hemos notado en las últimas semanas un incremento de las necesidades», dice Fernández. Por si fuera poco, a la tormenta perfecta del escaso stock de alimentos se añaden las dificultades logísticas, derivadas de la falta de algunos bienes: «Cuando compras al por mayor, a la hora de hacer la demanda ves que en algunos productos tienes que esperar porque no hay tanta disponibilidad como antes. Nos ha pasado con los aceites o con la leche», recalca Mar Fernández.