La Associació Ambiental la Sínia está de celebración. Este año cumple su 25 aniversario y a través de la trayectoria de esta entidad pueden conocerse los pasos dados a favor de la conservación del Gaià, a lo largo de las últimas décadas. La Sínia ha nacido y ha crecido alrededor del río. Sus orígenes se sitúan en la desembocadura y, a medida que la entidad ha ganado músculo la ‘lucha’ se ha extendido a lo largo de los casi 60 kilómetros de recorrido que hacen las aguas, desde Santa Coloma de Queralt a la playa de Tamarit.
Hèctor Hernàndez recuerda los orígenes. Se sitúan en los años noventa, cuando «empieza a aflorar la preocupación porque no bajaba agua por el río». Asegura que en aquellos momentos las poblaciones y vecinos del Baix Gaià vivían de espaldas a esta realidad. «Es como si la generación anterior hubiera aceptado que se había perdido». Y en este contexto se creó la plataforma Salvem el Gaià, que quería recuperar el caudal ecológico hasta la desembocadura.
A partir de ahí, la entidad empezó a abordar las diferentes problemáticas que generaban la falta de agua. En paralelo, realizó un conjunto de acciones de conservación, limpieza de vertederos y eliminación de especies invasoras en el tramo final, que permitieron que en 1992 se catalogara como espacio natural protegido.
La reivindicación y lucha medioambiental no ha sido coser y cantar. Y a lo largo de estos años, la entidad ha tenido que lidiar con la presión turística de los campings, que verían las aguas residuales al caudal, y la gestión que Repsol ha hecho del embalse de El Catllar. En cambio, el colectivo pone en valor que durante este periodo ha contado con el apoyo del Ayuntamiento de Tarragona, con quien mantiene un acuerdo de colaboración para la custodia del entorno desde El Vinyet a la playa de La Móra, pasando por Tamarit y Cala Jovera, y que comprende los últimos kilómetros hasta el núcleo de Ferran.
Ya en el año 2000 la entidad afrontó su primer «gran reto». «Queríamos dejar de reivindicar una desembocadura para crecer río arriba y empezar a hablar primero del Baix Gaià y después de un territorio», argumenta Hernàndez. Al respecto, en el año 2017 se daba un paso significativo y la Associació Ambiental la Sínia firmó un acuerdo con la Agència Catalana de l’Aigua (ACA) para la custodia fluvial del río. De esta forma, se convertía en la primera entidad del país en asumir una responsabilidad de estas características.
El Gaià discurre por realidades territoriales muy diversas, que van desde un litoral –con un espacio natural protegido– que todos los años recibe a miles de visitantes, a los pequeños pueblos de la Conca de Barberà y el Alt Camp. «Hace 25 años nadie se fijaba en el río, mientras que hemos visto como los vecinos y vecinas ahora lo miran con otros ojos y ayudan en la preservación», indica Hernàndez.
Esta diversidad territorial se está trabajando a través de una ruta que quiere mostrar a los visitantes estas diferentes realidades del Camp de Tarragona, unidas por un río. El proyecto lo lidera la Diputació de Tarragona, en colaboración con la Taula del Gaià, que ha redactado un documento para el impulso definitivo, las actuaciones necesarias y con acciones de promoción. La Sínia reivindica formar parte de esta mesa. «En Tamarit estamos rodeados de tres campings que han vivido siempre de espaldas a este entorno natural. Nunca han presumido de ello, mientras que la gente de los pueblos cada vez más vive de cara al río. Queremos un Gaià no masificado, con las medidas necesarias para su preservación», apunta Hèctor Hernàndez.
La conservación de la biodiversidad, a través de la custodia, la educación ambiental y el fomento del voluntariado ambiental son los tres pilares de una entidad que desde 2006 empezó a profesionalizarse y que ahora mismo cuenta con seis trabajadores fijos, alrededor de 170 socios y una masa de entre 800 y 1.000 voluntarios. Una gran familia que ha visto como el chorlitejo patinegro ha anidado por cuarto año consecutivo en la playa de Tamarit o que ha conseguido la reintroducción del cangrejo de río autóctono y del galápago leproso, más conocido como la tortuga de rierol.
Hablar sobre el futuro del Gaià es hacerlo también del embalse de El Catllar, lo que la organización La Sínia considera «una gran herida abierta» que debe empezar a cicatrizar. Esta entidad medioambiental defiende que el futuro pasa por la «deconstrucción parcial» de la infraestructura, de forma que se reduzca el agua embalsada, manteniendo unos niveles que eviten que en un futuro haya una gaienada y que los payeses dispongan de agua suficiente para el riego. Es una cuestión que se está abordando con el ACA y en el que la empresa petroquímica Repsol tendrá la última palabra, ya que la concesión se hizo a 75 años a partir de la construcción, y por tanto no expira hasta el 2050.