La pandemia ponía a prueba la burbuja de los pisos turísticos, cuando muchos de los propietarios volvían al mercado del alquiler convencional. Sin embargo, tan pronto como se ha reactivado la llegada de turistas y las calles han vuelto a recuperar el pulso propio de esta época del año, puede constatarse como este sector no ha tocado techo y que la oferta disponible en la ciudad de Tarragona sigue incrementándose.
Según datos del Registre de Turisme de Catalunya, proporcionados por la Agència Catalana de Turisme, a día de hoy la ciudad de Tarragona cuenta con un total de 1.715 viviendas de uso turístico. Esta cifra representa un incremento del 27% respecto al 31 de diciembre de 2019, meses antes de decretarse la pandemia, cuando los pisos y apartamentos regulados para dicho fin eran 1.347.
Los estadísticas que recoge la administración catalana no tan solo ponen de manifiesto este crecimiento en cuanto a los alojamientos autorizados, sino que además muestran otro elemento de interés. Y es que el total de estas viviendas de uso turístico representan unas 9.400 plazas. Hay que tener en cuenta que los hoteles disponibles en la ciudad suman un total de 2.269 camas, mientras que los campings aportan otras 7.745, según el balance de la temporada 2021 que hizo el Patronat Municipal de Turisme de Tarragona. Y esto significa que la incidencia de los pisos turísticos en la ciudad cada vez tiene un peso más significativo.
El presidente de la Associació d’Apartaments Turístics de la Costa Daurada i les Terres de l’Ebre, Joan Calvet, defiende que el peso de esta actividad «no supone una carga turística importante para la ciudad». Este asegura que este incremento «significa que la gente los está legalizando y se están haciendo las cosas bien», ya que los propietarios que incurran en una ilegalidad se exponen «primero al cese de la actividad y después a multas que pueden ir de los 3.000 a los 30.000 euros».
En el año 2018, el Patronat Municipal de Turisme de Tarragona, en colaboración con el Parc Científic i Tecnològic de Turisme i Oci de la URV y el GRATET, hicieron un estudio detallado sobre el impacto que representaba esta actividad. Según este, el 24% de estos pisos estaba en la zona de Llevant, mientras que el 21% se ubicaban en el ámbito del Eixample y otro 21% en la Part Alta. Calvet defiende que la distribución geográfica actual tiene «un comportamiento similar», aunque se ha visto una tendencia al alza tanto en la zona de Corsini y cercanías como en la Part Baixa. Otro elemento a tener en cuenta es que en aquellos momentos Tarragona tenía 737 viviendas de uso turístico, lo que significa que cuatro años más tarde –de los cuales dos han sido en pandemia y por tanto con el turismo bajo mínimos– se han sumado prácticamente mil pisos y apartamentos dedicados a esta actividad. Entre estos hay el edificio gestionado por Apartaments Reial 1, en la calle que lleva este mismo nombre. Anteriormente había un edificio «obsoleto» que se derribó y se construyó de nuevo en el solar. En total se habilitaron treinta apartamentos, que empezaban a explotarse turísticamente en noviembre del año pasado. «En otoño no esperábamos nada espectacular, en Navidad ya hubo más alegría, enero y febrero fueron malos y a partir de marzo fue animándose, y si van produciendo eventos como el festival de danza, que de repente te lo encontraste todo completo, las perspectivas son buenas», explica el arquitecto Xavier Climent, que es uno de los socios.
El edificio cuenta con pisos de una o dos habitaciones en los que se hospedan desde turistas que pasan una noche a Tarragona a trabajadores del puerto o la petroquímica, que hacen una estancia más larga de hasta once meses. Climent defiende que el hecho de ocupar todo el bloque no genera problemas de convivencia con los vecinos y que ha sido una actividad que «ha caído muy bien al barrio, porque se ha recuperado una zona cerrada y obsoleta, que ahora tiene vida».
Los pisos turísticos tienen una incidencia en el mercado de la vivienda y, en concreto, con el sector del alquiler. «En Tarragona falta mucho piso de alquiler. Todos los que entran salen. No duran nada», afirma Sandra Molinero, responsable de este nicho de actividad en Finques Mèdol. Esta especialista asegura que durante la pandemia algunas de estas viviendas de uso turístico se fueron al mercado convencional. «Se alquilaban bien, porque estaban bien arreglados y eran un buen producto», defiende. En algunos casos se hicieron contratos de larga duración, de hasta cinco años, y todavía están ocupados. «Si los inquilinos se marchan, a lo mejor pueden volver a ir a turístico, pero sino no», explica. Con todo, entre que la demanda es superior a la oferta, que «quitaron la ley de arrendamientos» y los factores externos el sector asegura que los precios de los alquileres en la ciudad siguen disparados.