Repetir información no suele ser lo que más guste a un periodista. «Esto ya lo hemos dado»; «esto ya está publicado»; «esto ya se dijo». El periodismo tiene la novedad en las venas, es adicto a la exclusiva, a desvelar aquello que nadie conoce.
En Tarragona la cosa se complica mucho. La novedad no es la moneda de cambio más habitual. El tema del Museu Nacional Arqueològic de Tarragona es uno de los ejemplos más paradigmáticos.
La hemeroteca me lleva hasta el 2017 con la siguiente información: «La reforma del MNAT no seguirá el calendario previsto. El motivo es que la intervención tendrá que ser mucho más ambiciosa de lo que se planteó inicialmente, debido al estado en el que se encuentra el inmueble de la Plaça del Rei después de tantos años sin ninguna intervención». Claro, la última intervención de mejora que se había llevado a cabo en el edificio, databa de principios de los años noventa del siglo pasado. Más o menos unos 25 años antes. Durante ese tiempo, nada. Habían aparecido goteras, no había escalera de emergencia y el techo no presentaba un estado aceptable. Tampoco había sistema de climatización y el riesgo de deterioro de las piezas era una realidad.
No fue hasta que una sentencia judicial del 2014 que la necesidad de reformar el edificio fue una obligación para la administración del estado. Tuvo que ser la justicia la que obligaba al Ministerio de Cultura a cumplir con su responsabilidad. Y la sentencia fue posible porque fueron los propios trabajadores del Museu los que denunciaron las condiciones de trabajo. En invierno, gélidas y tórridas en verano.
Estoy reescribiendo una información del año 2017, que nos retrotrae a finales del siglo XX. En el 2017 se aseguraba que las obras durarían 30 meses. Han durado más de cuatro años. El Museu cerró sus puertas en el 2018 y las obras empezaron en el 2019. Han acabado hace poco. Durante todo este tiempo se ha ido anunciando su reapertura siempre a falta del proyecto de museización. Por ejemplo el 11 de marzo del 2023 ya se anunciaba que la reapertura del MNAT se posponía hasta finales del 2024 (ahora) o para 2025. La acumulación de retrasos no es una novedad, pero el silencio administrativo, el no saber qué está pasando, el cuándo va a poder Tarragona recuperar el Museo que merece, es inaceptable.
Ernest Urtasun debería, como poco, poder asumir una fecha. El baile entre administraciones es un mareo para todos. Al final quién acabe haciendo el proyecto final es lo de menos. Lo importante es que se haga. Un Museo es un eje central en cualquier ciudad. Es el depositario de la memoria, el narrador de la historia. En el caso de Tarragona, el MNAT es un pionero, un contador de un relato que tiene más de 2000 años.
Sólo el Museo de Mérida puede compararse en importancia y riqueza. Lo triste es que Mérida no ha necesitado de una sentencia judicial para reformarse. Ni ha visto cómo pasan las décadas sin que nadie mueva un dedo para su rehabilitación. Compartimos la indignación y la desesperación. ¿Por qué siempre Tarragona? No tenemos respuesta. O quizás sí, pero no va a gustar.
Tenemos lo que nos merecemos. Si Mérida tiene un Museo espectacular diseñado por Rafael Moneo, nosotros teníamos un museo con goteras y sin climatización. Lo hemos permitido. No busquen culpables fuera.