«Hemos notado un incremento de alumnos, estamos alrededor del 90% de ocupación y el año pasado, en global, nos quedamos en el 65%», admite Josep Maria Granell, director de la residencia Sant Jordi y Mediterrània. Ambos centros, ubicados en la Rambla Lluís Companys de Tarragona, concentran unas 250 plazas y ya notan estos días el trasiego de estudiantes que llegan para establecerse.
Las estampas de jóvenes llegando con maletas son habituales a pocas jornadas del arranque del curso académico 2021-22. «Parece un año de antes de la pandemia, prácticamente normal. Se nota que las universidades van a hacer todo lo que puedan presencial», indica Granell.
«Este curso ya tenemos la residencia llena y con lista de espera, a diferencia del pasado»Atrás queda un año difícil para todo el sector, desde las residencias a los colegios mayores, pasando por la parte del sector inmobiliario que se dedica a pisos de estudiantes. «Lo hemos pasado mal en este tiempo. Hemos mantenido todos los puestos de trabajo, pero para nosotros no recibir a alumnos es un problema», añade Granell. Las clases on line del curso pasado vaciaron en buena medida estos equipamientos, a la vez que se diluyó la habitual competencia por hacerse con una habitación compartida en un contexto de precios al alza y escasez de alquileres. «Volvemos a ver mucha demanda, está yendo mejor que el año pasado, en la línea de los anteriores a la pandemia. El problema es que no tenemos producto, no hay suficientes pisos en alquiler para estudiantes», relata Antoni Camús, agente de la propiedad inmobiliaria en Inmobiliària Universitària de Tarragona. «Hay mucho más movimiento y más demanda, porque ya no va a haber tantas clases on line. El año pasado fue muy mal, hubo aproximadamente la mitad de la demanda», calcula Camús.
Josep Diego. Administrador de Revisa
«No completaron el curso»
El aumento de los aforos es esencial para que el mercado de pisos y viviendas se reactive, con el fin de acoger a aquellos estudiantes de fuera. «Este año ya tenemos llena la residencia y con lista de espera. El año pasado no llegamos a llenar del todo, tuvimos un 86%, pero hubo gente que no completó el curso y se fue antes. Este año la situación es mucho mejor, todo está yendo bien. Para nosotros, como más presencialidad haya, mejor», cuenta Josep Diego, administrador de la residencia Revisa, en la Avinguda Països Catalans de Sant Pere i Sant Pau, al lado del Campus Sescelades de la URV.
En la Rovira i Virgili el curso académico comenzará con un aumento de la presencialidad del 50 al 70%, según aprobó el Procicat y dada la positiva evolución de la pandemia. Hasta el estallido de la emergencia sanitaria, las residencias se habían convertido en una alternativa recurrente a la escalada de tarifas del alquiler. Los precios son, de entrada, más elevados que los de un arrendamiento, pero el hecho de que se incluya la comida y otras prestaciones y servicios como la limpieza, la luz o internet pueden hacer equilibrar la balanza. A eso se añade la comodidad, sobre todo cuando se empieza etapa universitaria. «Este es mi tercer año y estoy aquí bien, muy a gusto. Incluso me quedé el curso pasado, aunque lo que hice fue casi todo on line», cuenta Albert Baiget, un ilerdense de 20 años que estudia Derecho y Relaciones Laborales en la URV. Tiene plaza en la residencia Sant Jordi. «Preferí venir a una residencia por socializar, por conocer gente y vivir más el ambiente universitario. Después ya he decidido quedarme. Lo tengo todo incluido y estoy tranquilo», cuenta.
«Hemos notado un aumento de alumnos extranjeros postuniversitarios»No solo de universitarios viven estos equipamientos. El perfil del alumno postcampus tiene gran relevancia, fundamentalmente por los estudiantes de doctorado o máster. «No es nuestro principal target pero sí tenemos, y este año se nota una afluencia», cuenta Granell. El curso pasado este tipo de inquilinos, en buena medida extranjeros, apenas hicieron acto de presencia. «A nosotros no nos influyó demasiado, porque las prácticas de Medicina o del CESDA eran presenciales y eso hacía que los estudiantes siguieran en nuestra residencia. Sí hemos notado un aumento de los extranjeros postuniversitarios, que están viniendo más ahora», comenta Jacob Dalmau, responsable de la residencia universitaria Sant Joan de Reus.
Jacob Dalmau. Responsable de la residencia universitaria Sant Joan
En algunos casos, los gerentes de residencias cambiaron el negocio a inicio del curso pasado. En lugar de ofrecer un techo a estudiantes, han pasado a alquilar temporalmente las dependencias a otros sectores más estables y solventes. «En función de cómo vaya la presencialidad nos planteamos volver a acoger a alumnos», cuenta un gerente de Reus.
El Complex Educatiu de Tarragona, renombrado ahora como Campus Educatiu, también se prepara para el nuevo curso, marcado también por los regresos del alumnado. «El curso pasado mantuvimos más o menos las mismas residencias, pero se notó en el día a día que había mucha menos afluencia de gente en el campus», explica Jordi Balust, gerente. Durante el ejercicio pasado, los centros solían dividir los grupos en dos: los alumnos hacían una semana presencial y la siguiente on line. «Este año se parecerá mucho a uno normal, la mayor parte de la enseñanza será presencial», cuenta Balust.
Seguir con la pedagogía
Habrá, por tanto, mucha más convivencia en el Campus, que pasará de unas 2.000 personas a alrededor de 4.000, contando no solo a estudiantes sino a profesorado y al resto de personal. Será vital continuar con las precauciones y la pedagogía. «Preparamos carteles y seguiremos con la parte informativa. Es verdad que las medidas son más flexibles, pero hay que ser cuidadosos porque la pandemia aún no se ha ido», recalca Balust.
«En Tarragona no hay vivienda capaz de satisfacer las necesidades de estos jóvenes»La oferta de pisos compartidos, opción elegida por estudiantes de segundo o tercer curso o de posgrado, ha crecido un 20% en Tarragona capital en el último año, según un informe del portal Idealista. Así, el interesado en este producto tiene un 20% más de oferta para elegir en relación al año pasado.
Manel Sosa
El precio medio en Tarragona ha bajado un 3%, ubicándose en una tarifa media de 275 por habitación. Eso sí, en 2018, hace tres años, el coste era de 266, un coste que ha ido ‘in crescendo’, en parte debido a la escasez, un hándicap enquistado en algunas ciudades. «Hace años que nos encontramos con un problema en Tarragona: no hay vivienda nueva capaz de satisfacer las necesidades de un cierto tipo de gente, básicamente jóvenes», denuncia Manel Sosa, abogado y experto inmobiliario en Tarragona.