Vaya por delante mi total rechazo a la guerra y al gobierno nacionalista de Putin, pero seamos claros, analíticos e independientes de nuestras pasiones y utilizaremos una pizca de provocación para conducir a la reflexión.
Lo que está pasando en Ucrania es una guerra anunciada desde que la Unión Europea (fuertemente condicionada por los intereses industriales alemanes) y la oligarquía nacionalista ucraniana quisieron impulsar un tratado de «adhesión» con la UE sin tomar en consideración a la oligarquía rusa y a los intereses de Rusia. Pero vayamos por partes.
Ucrania es un estado con dos grandes vínculos identitarios: ruso y ucraniano que siempre han sido considerados «pueblos hermanos». Siglos de vida conjunta, lenguas parecidas y una geografía amable y sin fracturas generaron un sentimiento de parentesco.
El país tiene diversidad regional que grosso modo la podemos dividir entre un oeste de habla ucraniana de cristianismo «mestizo» (región de Galitzia) y una parte sur y este con mayor habla rusa e influencia cristiano-ortodoxa (Novorossia).
Ucrania ha sido la expresión de una historia convulsa con multitud de conflictos históricos, como la guerra civil rusa o la Segunda Guerra Mundial, que ya configuraron dos bloques de intereses, uno bajo la influencia alemana o polaca (aunque a menudo también enfrentada a ellas) y otro bajo la influencia rusa (Galitza nunca estuvo sometida al poder ruso hasta la llegada del despótico de Stalin).
En definitiva, Ucrania ha sido un país con dos oligarquías condicionadas a las influencias extranjeras y sus intereses industriales, una prorrusa y otra prooccidental, ambas profundamente corruptas, ambas profundamente enfrentadas.
Si Moscú fue clásicamente consciente de la diversidad ucraniana y la dificultad de imponer sus intereses sin romper el país, los poderes occidentales (Washington, Bruselas y Berlín) entendieron -a mi modo de ver erróneamente- la necesidad de generar una victoria total.
La UE propuso un acuerdo de Asociación Oriental con Ucrania en un momento de debilidad interna, Rusia por su parte propuso una Unión Aduanera. La primera no entendía la vinculación ucraniana con Rusia dejando cualquier posibilidad de pacto inclusivo y promoviendo el perjuicio económico ruso, atendiendo a los vínculos de la estructura económica ucraniana con la rusa.
Pero no solamente esto. La asociación que proponía Europa condicionaba el posicionamiento exterior de Ucrania a los intereses europeos. Merkel nunca quiso introducir a Putin en las negociaciones.
El presidente ucraniano, el oligarca prorruso Viktor Yanukovich -bajo presión de Putin-, terminó por rechazar la oferta de la UE generando un estallido social en Kiev contra la corrupción, las oligarquías, el gobierno y a favor de la UE… lo que hoy se conoce como la revuelta de Madián (2013/14).
Esta revuelta, que lleva el nombre de la plaza donde empezó, fue secundada rápidamente por el poder oligárquico nacionalista ucraniano.
La represión del gobierno prorruso fue cruda, pero no lo suficiente para bloquear la extrema derecha ucraniana movilizada para tumbar un régimen -que formalmente era legítimo- y directamente apoyada por la UE bajo la bandera de la «democratización». Ese enfrentamiento causó muchas muertes y terminó con la huida de Yakunovik.
Ese cambio de gobierno y también la -supuesta- rotura de los pactos de Minsk incentivó la demanda rusófona para un padrinazgo ruso: primero en Crimea, luego en Lugansk y Donetsk (buena parte de Novorossia), las regiones de mayor habla rusa.
Putin no podía dejar caer Ucrania -particularmente las regiones del este- a la influencia europea y a la OTAN, perder su mayor base militar naval que controla todo el Mar Negro, Sebastopol (Crimea), ni dejar perder el control sobre las zonas mineras del este ucraniano y el paso del gas ruso.
A pesar de esta explicación, nada justifica el brutal asedio, la rotura del derecho internacional y la amenaza que hace Putin del uso de armamento nuclear en caso de intervención occidental, pero sí que complejiza la responsabilidad de cada actor en la guerra civil ucraniana y la actual invasión rusa.
Dicen que las zonas fronterizas son zonas de complejas correlaciones de fuerzas y de fuertes conflictos. Hoy se libra una guerra porqué no se calibraron estas correlaciones y un loco autoritario como Putin ha dado un paso de más para dibujar un nuevo espacio fronterizo. Casualmente U-Kraine quiere decir «territorio fronterizo», «en la frontera». Hoy Ucrania, tristemente, hace honor a su nombre.