Al grito de «teníamos dos opciones, estar calladas y muertas, o hablar y morir», Malala Yousafzai recibía el Premio Nobel de la Paz en 2014, a los 17 años de edad. Desde entonces no hemos avanzado en igualdad de derechos al mismo nivel en todo el mundo, las mujeres siguen muriendo asesinadas, vapuleadas y sin el reconocimiento de los derechos humanos, en la República Islámica, en España, en Francia y en todo el mundo. El 25 de noviembre se celebra el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, con la finalidad de visibilizar la violencia contra las mujeres y niñas a nivel mundial, por desgracia, aún seguimos haciéndolo. Hoy ponemos el foco de atención, también en las mujeres de Paquistán, Afganistán, Irán... que tras la muerte de Mahsa Amini, el pasado 16 de septiembre, por no llevar el velo que debía cubrir su pelo, están más cerca que nunca de nuestro sentimiento.
Aquí nos levantamos el otro día con la noticia de que al aplicar la nueva ley del ‘solo sí es sí’ los abusadores sexuales salían de la cárcel sin acabar de cumplir la condena, que los violadores y depredadores sexuales veían reducidas sus condenas sin que el Gobierno asuma el error, mientras que la ministra de Igualdad culpa a los jueces de poca formación. Todo un perfecto despropósito que perjudica exclusivamente a mujeres y niñas. La violencia, aquí y allá, en un continente u otro, no conoce de barreras y sigue vulnerando a la Niña y a la Mujer.
Violencia por parte de un compañero sentimental, violencia física, maltrato psicológico, violación conyugal, feminicidio. Violencia sexual y acoso, violación, actos sexuales forzados, insinuaciones sexuales no deseadas, abuso sexual infantil, matrimonio forzado, acecho, acoso callejero, acoso cibernético. Trata de seres humanos, esclavitud, explotación sexual. Mutilación genital femenina, practicada en ciertas comunidades y culturas, asociada con creencias religiosas. Matrimonio infantil, niñas obligadas a contraer matrimonio en contra de su voluntad. Solo al enumerarlo ya siento una gran vergüenza y desasosiego, un año más estamos hablando de lo mismo, con más intensidad, con el mismo enfado, contrastando la realidad penosa de no haber avanzado, no lo hemos solucionado.
Queremos recordar con afecto a las víctimas y a sus familias, especialmente a sus huérfanos, y expresarles todo nuestro apoyo. Pero no les podemos prometer que, a pesar del gran esfuerzo de muchas luchadoras por la libertad, por la igualdad de trato, por la defensa de los derechos de la Mujer, que el próximo año ya no hablaremos de ello, no lo podemos prometer. Con desesperanza me atrevo a decir que estaremos igual.
Recuerdo ahora que promovimos desde los gobiernos de mi partido las primeras medidas para proteger a las mujeres frente a la violencia doméstica, con la aprobación de la Orden de Protección (LO 27/2003 de 31 de julio), un estatuto jurídico integral que aunaba las distintas medidas cautelares, civiles, penales o administrativas, a través de un único procedimiento judicial. En el año 2004 aprobamos la ley integral, que salió́ adelante con la unanimidad de todos los grupos; y posteriormente impulsamos desde el Gobierno la reforma de más de una decena de leyes para mejorar la protección jurídica y social de las víctimas, sacando adelante el Pacto de Estado contra la Violencia de Género y poniendo en marcha en un tiempo récord más de la mitad de sus 214 medidas, incluidos los 200 millones de financiación adicional que fueron incluidos en los PGE para 2018.
Pero esto no va de partidos, la lucha contra la violencia de género no es una cuestión de ideologías, es una realidad social con la que convivimos y que debemos combatir unidos, porque esta forma extrema de discriminación nos avergüenza como sociedad.
Creemos firmemente que hay que volver a los compromisos de la IV Conferencia Mundial de la Mujer de 1995 en Beijing y fomentar la ejecución de las 12 plataformas de acción, los compromisos por parte de las naciones del mundo para la erradicación de la violencia de género, que nos comprometió a todos.
Es evidente que un día como hoy, y siempre, estamos al lado de las víctimas, sin culpar, señalar, enfrentar, ni descalificar a los hombres, nuestros compañeros de vida, defendemos su hombría, potenciando la convivencia, con respeto a la diferencia. Queremos que nunca más tengamos que repetir el grito de Malala Yousafzai, «teníamos dos opciones, estar calladas y muertas, o hablar y morir».