El multiverso está de moda. Es multiuso. Lo mismo vale para un roto electoral que para un descosido internacional. Vivimos instalados en sus dominios mentales como en un parque de atracciones. Cada vez que algo sucede nos contenta o nos inquieta que en un universo paralelo ocurra su alternativa. Eso explica la extraña actitud de muchos líderes, vivan o no en un universo burbuja, y millones de ciudadanos que todavía les hacen caso.
El multiverso existe para convencernos de que este es el mejor de los mundos posibles. Hay así otros mundos en los que Putin no invade Ucrania, pero es zar de Eurasia, Trump gana la reelección sin hacer trampas, Mónica Oltra no dimite y su marido no abusa de una niña, Juanma Moreno es presidente andaluz con el apoyo de Vox y Ciudadanos no naufraga en la inutilidad.
El multiverso da vértigo, sin duda. Esos universos divergentes solo sirven para que este donde vivimos atrapados nos parezca preferible. Imaginen un mundo donde Sánchez gobierna sin recurrir a medidas populistas para comprar el voto de los desfavorecidos y enmascarar su impotencia política y económica y sentirán escalofríos.
El multiverso nos libera también del peso de las cosas. No es tan insoportable este mundo si se piensa que existen otros diferentes donde el gas, el petróleo y la electricidad han sido sustituidos por la magia, la telepatía y la simpatía natural, como tuitean sin parar ciertos visionarios de izquierda.
El multiverso cuántico es un recurso rentable cuando tus políticas se enredan en la incongruencia. Versatilidad y fluidez ante todo, nuevo eslogan guay. Organizas a bombo y platillo una cumbre de la OTAN para redefinir la geopolítica mundial, con los podemitas en contra, pero te consuelas con la utopía de otro universo donde no hay OTAN ni amenazas globales ni socios molestos. Es el peligro del multiverso. Su círculo vicioso, según los expertos. Hacernos creer que cualquier cosa es posible y todo está permitido, hasta la matanza de migrantes en la frontera marroquí.
El multiverso es aleatorio, desde luego, por eso en algunas mentes brillantes pervive la imagen rancia de un mundo de andaluces sin luces. Es evidente desde hace tiempo que Andalucía es un parque tecnológico del siglo XXI habitado por gente inteligente y preparada. Los políticos que no entienden las mutaciones culturales de los pueblos están condenados por la historia. Lo malo del multiverso es que siempre nos recuerda que la realidad es real. El inconcebible universo, diría Borges.