Queridos Clara y Gerard,
Me han indignado sobremanera las pintadas y la estúpida vandalización de vuestra casita en La Cerdanya por un puñado de niñatos con endeble coartada ideológica que dicen ser de no sé qué juventudes de un partido cuando en realidad se trata de eso que toda la vida se ha llamado gamberros.
‘Fuera pijos de La Cerdanya’ ha sido la desdichada ocurrencia con que han pintarrajeado las paredes de vuestro vecindario pirenaico. Una estupidez puesto que así no hicieron sino subrayar la gentrificación que padece desde hace mucho e hicieron saber al planeta entero –Qatar y Emiratos incluidos– que líderes de buen gusto y posibles como vosotros la han elegido para codearse con la creme europea.
Pero no quiero limitarme aquí a darles una satisfacción a los seguidores de Shakira de difundir la payasada de cuatro majaras. Al contrario, quiero ser propositivo y decir de paso que donde está la debilidad está la oportunidad para quien sabe verla. Y ahora sería el momento de aprovecharla y cambiar los miles de casitas abandonadas casi todo el año de la Cerdanya, excepto en los cuatro puentes esquiables y navidad en que se llena, por otros lares menos frecuentados; pero, por eso mismo, más agradecidos donde seriáis recibidos bajo el cálido palio del cariño vecinal.
Y aquí voy a ser directo y sincero a fuerza de perder la simpatía y aún la amistad de mis buenos amigos con casa en la Costa Brava, los dos empordanes, empordanet incluido, amén de otras delicias de la Catalunya casi Nord: amigos, Gerard y Clara, la Catalunya Vella está sobrevalorada.
Y en este punto ya no sé si seguir siendo sincero con vosotros o egoísta. No sé si deciros la verdad, que es que en la Catalunya Nova, lo que se dijo durante siglo y medio provincia de Tarragona y parte de la de Lleida, tenemos tesoros solo frecuentados por los más avisados. O permitir que, junto con la clase que se piensa alta catalana y la que aspira a serlo, persistáis en el error de amontonaros en el Túnel del Cadí hasta cuatro horas (hasta cinco y media pasé yo al final de un puente esquiable). O que os peleéis por un trocito de arena estival con un francés de mala uva en una cala al norte de Palamós.
No voy a entrar en detalles para no encontrarme al francés un día de estos en mis playas favoritas al sur de Tarragona (y hasta de Cambrils); pero lo mejor de Catalunya no está al norte. Y no daré más nombres ni referencias geográficas, porque internet es muy traidor. Y todo corre por las redes; pero también añadiré que aunque, vaya, vaya, no haya playa en algunos de los mejores lugares para descansar de Catalunya; tampoco hay niñatos aburridos con sprays para pintarte de estupideces las paredes.
Encontraréis, en cambio, en esos parajes que el turismo de masas aún no ha sabido encontrar los mejores amigos para recorrer sin más los caminos de las sierras costeras; coger olivas, que es la época, y aprender a conservarlas en vasija con agua y sal, medio ajo –Catalunya también huele a ajo– y unas ramitas de romero, tomillo y guindilla para los más atrevidos. Mucha sal y cambiarles el agua cada semanita.
Nada de jardines ni piscinas a ver quién la tiene más grande. Un buen río de montaña para bañarse cuando el sol abrasa los pinos y cantan las cigarras su son de mediodía y soltar un suspiro sonoro cuando el agua helada te hace sentir que estás vivo. Secarse bajo el sol el ratito justo para apreciar después una buena sombra y algo fresquito de beber con los amigos.
Probad esos rincones donde solo llegan los que viven como si ya hubieran vivido...Y dejaréis de ser pijos.
Lluís Amiguet es autor y cocreador de ‘La Contra’ de ‘La Vanguardia’ desde que se creó en enero de 1998. Comenzó a ejercer como periodista en el ‘Diari’ y en Ser Tarragona. Su último libro es ‘Homo rebellis: Claves de la ciencia para la aventura de la vida’.