Imaginemos un país en el que durante 40 días han salido por todas las televisiones el jefe del Estado Mayor del Ejército, un general de la Guardia Civil y un altísimo mando de la Policía Nacional y han desgranado discursos de autobombo. Un país en el que el presidente del Gobierno utiliza un lenguaje bélico y habla de «invasión», «enemigo», «guerra», «victoria»... Un país en el que las fuerzas de seguridad y el ejército patrullan las calles y pueden pedir los papeles a cualquier ciudadano sin problema ni control alguno. Un país en el que todo un general de la Benemérita presume de controlar las redes sociales para evitar las críticas al Gobierno. Un país donde cientos de ciudadanos se asoman al balcón, cual «Gestapo del visillo», y delatan a sus propios vecinos o a desconocidos.
Sigamos imaginando. Un país donde se suprimen las competencias de las comunidades autónomas vía decreto, sin haber aplicado antes un 155 masivo ni detener a supuestos «traidores». Un país donde hay exhaustivos controles fronterizos y solo se permite entrar a sus habitantes o a los que tienen trabajo en su interior. Un país donde crecen los ataques a la Unión Europea incluso entre los más europeístas.
Más imaginación. Un país donde el jefe del Ejecutivo gobierna a decretazos. Un país donde la palabra «unidad» se repite hasta el hartazgo. Un país donde el Congreso está vacío, sin necesidad de que alguien haya entrado pistola en mano y un «¡se sienten coño!» en la boca. ¿Les suena ese país ‘imaginario’? Claro: España.
¿Para quién sería un país ideal? Fácil respuesta... Vox. ¿Por qué se queja entonces? Porque gobiernan los «socialcomunistas», ¡qué pecado!, y sobre todo porque hay 23.000 muertos. Los fallecidos les duelen. Por supuesto. Sería de una mente enfermiza creer que a cualquier político, por inútil que sea, no le importe que sus ciudadanos mueran o incluso que los «mate». Sería absurdo acusar a cualquier dirigente de «asesino». ¿Enfermizo? ¿Absurdo? Pues es lo que hacen PP, Vox y el independentismo radical con Sánchez.