El periodismo libre ha muerto en China

12 enero 2023 18:20 | Actualizado a 13 enero 2023 07:00
José-Daniel Vila Robert
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La República Popular China es el mayor mercado mediático del mundo. Más de mil millones de personas tienen acceso a Internet. Eso corresponde a más del 70% de la población total del país. Más de la mitad de ellos utilizan la plataforma de medios sociales Weibo.

En ella el periodista de investigación Wang Zhian, contaba con más de seis millones de seguidores. Sin embargo, el 3 de junio de 2019, en el treinta aniversario de la brutal represión del movimiento democrático chino de la plaza de Tianan-men, se acabó. La cuenta de Weibo de Zhian, así como otros canales que había utilizado en ese momento, fueron bloqueados por las autoridades.

El presidente Xi Jinping no cree que los medios de comunicación deben ser vigilantes. Cree que solamente deberían ser organismos de propaganda. Wang Zhian temiendo por su seguridad y la de su familia, hace poco, dejó su país y se trasladó a Japón.

La libertad de expresión y la libertad de prensa, que en los más de 70 años de historia de la República Popular China nunca han sido consideradas un bien preciado por los gobernantes comunistas, han vuelto a decaer notablemente en los últimos años. La carrera periodística de Wang Zhian, una de las últimas voces democráticas de China, lo demuestra con toda claridad.

El presidente Xi Jinping no cree que los medios de comunicación deben ser vigilantes. Cree que solamente deberían ser organismos de propaganda

Fue contratado, como periodista de investigación, por la redacción de la cadena estatal china CCTV en 1998. Y cuando dejó la emisora en 2015, consiguió un trabajo como reportero jefe para el periódico The Beijing News. En ambos puestos, destapó casos de corrupción, informó sobre expropiaciones ilegales de tierras y denunció abusos en el sistema sanitario.

A pesar de las constantes advertencias de censura, muchos de sus reportajes se publicaron y contribuyeron al establecimiento de la verdad en el estado unipartidista. Esos tiempos han pasado: «decenas de miles de periodistas han dado la espalda a su trabajo en los últimos años» y «dentro de China el periodismo ha muerto».

A finales de 2022, 127 periodistas estaban en cárceles chinas a causa de su trabajo, según la organización de defensa de la libertad de expresión Reporteros sin Fronteras. Pero algunos siguen trabajando desde fuera de China, como Zhian, que informa para el público chino desde todo el mundo. Por ejemplo, desde Ucrania, donde Rusia, aliada de China, libra una brutal guerra de agresión desde hace casi un año. Uno de los muchos temas tabú dentro de China.

A más de 2.000 kilómetros al suroeste de Tokio, la pequeña isla de Ishigaki se ha convertido en un centro de actividad democrática directa. Ishigaki se encuentra lejos de los centros principales de Japón, donde viven unas 50.000 personas.

A finales de 2022, 127 periodistas estaban en cárceles chinas a causa de su trabajo, según la organización de defensa de la libertad de expresión Reporteros sin Fronteras

A pesar de la lejanía, la isla se ha encontrado recientemente en el centro de la lucha del poder geopolítico en Asia oriental. Está en primera línea de la lucha por la influencia geopolítica en el Mar de la China Oriental. Por este motivo, las denominadas Fuerzas de Autodefensa de Japón, tienen planes para establecer una nueva base en la isla subtropical, una medida muy cuestionada y que ha impulsado a los habitantes de la zona a hacer oír su voz. Y hay una historia todavía más grande que contar sobre el contexto en el que vive.

Ishigaki forma parte de la prefectura de Okinawa, hoy en día la parte más meridional de Japón. Sin embargo, Okinawa, una cadena de decenas de islas que se extiende a lo largo de casi mil kilómetros, fue un reino independiente hasta finales del siglo XIX. Luego pasó a ser una zona de contención de los intereses de China y de Japón.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Okinawa fue el único campo de batalla nipón. Tras lo cual, durante décadas, Estados Unidos, ocupó la cadena de islas, hasta que en 1973 Japón recuperó el control. Ahora se ha convertido en un lejano centro de libertad de expresión.

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