En 2006 Angela Merkel visitó a Putin en Moscú. El dirigente ruso no dejó de hablar de que el colapso de la URSS en tiempos de Gorbachov y Yeltsin había sido la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX. Cuenta Merkel que por vía diplomática había hecho saber a Putin que sentía pánico por los perros (desde que le mordió uno), así que no le recibió con el can, si bien como regalo le dio un perro de peluche con la advertencia: «No muerde».
En 2007, al reencontrarse en su dacha del Mar Negro, Putin le recibió con su perro labrador de carne y hueso que rondó todo el rato cerca de ella mientras su dueño se regocijaba. Merkel en sus Memorias, al dejar constancia de la incomodidad de estos encuentros, apunta que, en cambio, a Donald Trump le fascinaba Putin.
