Poblet

01 septiembre 2024 22:09 | Actualizado a 02 septiembre 2024 07:00
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No hace falta ser president de la Generalitat o del Gobierno o de nada. Para ir a Poblet no hace falta ningún título. Incluso es mejor ir con los adjetivos olvidados en algún sitio. Este fin de agosto el lugar está especialmente desierto. Hace algo de viento. No mucho. Nos dicen que no podemos perdernos las vespres ni las completes. Mi prima y yo recordamos cómo nuestra abuela nos arrastraba a la iglesia cuando pasábamos las vacaciones en Villaengracia. Cómo nos dormíamos. Cómo nos aburríamos. Pero los años han pasado y ya no somos las mismas. Nos sentamos en esos bancos incómodos (¿por qué tienen que ser tan rígidos?) y esperamos que empiece la liturgia. La sonoridad de las voces de los monjes junto a la repetitiva letanía en latín nos transportan a un lugar hermoso. La acústica es perfecta, o quizás no, pero nos lo parece. En las completes la iglesia está a oscuras, solo el rumor del cántico te indica que allí hay vida. Hasta el final cuando tres velas nos anuncian que ya ha llegado la noche y que empiezan las horas oscuras. No hay sonidos en la noche, sólo el regreso del viento. Se apagan las velas. La soledad vuelve al convento. Un choque de memorias, una armonía de voces.

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