Everest

12 octubre 2024 19:36 | Actualizado a 13 octubre 2024 07:00
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Del alpinismo me gusta todo. Los calcetines, las botas, los mosquetones, los gorros, las plumas, el goretex, las lanas, las cuerdas, las máscaras de oxígeno, las gafas de ventisca. Me gustan las banderolas de oración que se dejan en las cumbres del Himalaya. Me gustan los yak. Me gustan las cabras. Me gustan los refugios de madera. Me gustan los refugios modernos colgados de una pared. Mi pico preferido es el Eiger. Esa pirámide perfecta en los Alpes suizos. Me gusta que el Montblanc destaque entre las nubes cuando vuelas hacia Alemania o el norte de Italia. Me gustan las ciudades de montaña. Grenoble, Turín, Chamonix, Grindelwald. Me gustan el alpinismo porque un día, hace miles de años, me regalaron un libro que se titulaba La Conquista del Everest y en su tapa interior había una foto de George Mallory y Sandy Irvine, seguramente los primeros occidentales en pisar la cumbre del Chomololunga (Everest en tibetano). Ambos habían perecido en la cara norte en 1924. Los restos de Mallory los hallaron en 1999. Del joven Irvine (tenía 23 años) una expedición del National Geographic ha encontrado hace dos días una bota y restos humanos en el interior. Tengo su foto en mi nevera. Ellos dos con sus trajes de lana fumándose una pipa. Llevo toda una vida esperándolos.

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