Criticar a Florencia

23 junio 2024 22:06 | Actualizado a 24 junio 2024 07:00
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No nos atrevemos a decir que no nos gusta Florencia porque la justificación de esta elección puede ocasionarnos muchos debates y alzamientos de cejas. A Florencia se la ama y punto. No siempre. No nos atrevemos a criticar a Thomas Mann, porque a Mann, a Joyce, o a Proust, o a Leopoldo Alas Clarín no se los critica. Como tampoco se puede desinfectar de épica la ciudad que te vio nacer porque siempre es la mejor del mundo. No hay matiz. El derecho a criticar a los iconos es un derecho de difícil ejecución y de casi nula compresión. Lo tribal requiere la adhesión ciega. Pero lo cierto es que no me gusta Florencia. No me gusta formar parte de una masa de gente que se desplaza por el Arno con audiogías, o siguiendo a un señor con un banderín. La última vez que pisé Florencia me refugié en uno de sus jardines y me regodeé en la rabia de saber que ya nunca más volvería a amarla. Al cabo de un rato, un par de jóvenes se me sentaron al lado. También eran exiliados de la belleza. No querían entrar en los Uffici para ver al David de Miguel Ángel. La cola duraba 4 horas. Decían que la belleza de una flor compensaba. Y que no regresarían nunca más. Fue una tarde larga. Mi última tarde en Florencia.

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