Cos del Bou, número 13. Había que darle 5 golpes a la aldaba de la puerta. Era un modo de avisar que llegabas. Recuerdo a mi tía Milieta y su café de la mañana, siempre negro, siempre sin azúcar. El pan que iba a buscar al alba para los bocadillos, su tortilla de patatas. La casa del Cos del Bou llena de recuerdos. Un cuarto oscuro sin ventanas en el que el primo de mi madre tenía colgada la piel de una serpiente. Los relieves de cada pliegue. Era enorme. O me lo parecía. Los discos de los años sesenta. Joan Manuel Serrat, Els setze jutges, If you are going to Sant Francisco en un single. Cada sábado, espaguetis con salsa de tomate y queso rallado, mi plato preferido. Cada miércoles un Phoskito en el colmado que había en el número 11. El terrado con una especie de palomar. O quizás no y lo confundo con las pocas fotos que nos quedan de antes de la guerra. La sillería de invitados, la foto del bisabuelo decimonónico, el mantón de manila con el que me disfrazaba. Los rincones. La bondad de mi tía Milieta, que me lo permitía todo. Abrir los armarios, preguntar las preguntas incómodas. La guardiana de los secretos. El Cos del Bou como lugar mítico al que referirse para saber de dónde vienes. Y siempre mi tía Milieta querida.
Cos del Bou
14 agosto 2024 19:27 |
Actualizado a 15 agosto 2024 07:00
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