Europa disfruta de un Reus gigante

Lo rojinegros se llevan el Clásico ante el Barcelona con una actuación extraordinaria (5-4)

28 noviembre 2024 23:14 | Actualizado a 28 noviembre 2024 23:14
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Salvat anda iluminado, se ha convertido en una primera espada cuando nadie le esperaba. Tiene imán porque todos los rechaces le caen a él, también se le caen los goles. Acumula minutos de jugador franquicia y eso le ha elevado la autoestima. La metamorfosis solo se entiende si le conoces, su carácter inconformista le ha permitido sobrevivir muchos años en el Reus. Mientras cada verano han aterrizado fichajes rimbombante, se ha resistido a abandonar. Ha ganado.

El capitán no precisó derramar ni una gota de sudor para descoser el resultado del Clásico europeo ante el Barça. Se habían consumido cinco minutos y una pelota confundida repelió con la valla y volvió a zona de remate sin dueño. Si alguien conoce ese lugar de la pista es Martí Casas, en realidad, desde hace años, la utiliza como hábitat natural. Casas la prolongó y Salvat de primeras la envió al ángulo. El Reus voló desde entonces, su primer tiempo contó con un nivel superlativo, a lomos de un generador de ritmos como Marc Julià y con la garganta de un Palau d’Esports entusiasmado. Fue una obra maestra del Reus. A los rojinegros se les intuía felicidad, disfrutaban con la hoja de ruta que su entrenador les había dibujado en la estrategia previa. Diego Rojas confirmó la puesta en escena deliciosa. En una transición, el chileno recibió un servicio magistral su capitán, en carrera, por delante, le bastó con un control y un arrastre. 2-0 a los 10 minutos, ni en los presagios más delirantes.

A tumba abierta

El Clásico subió sus pulsaciones a un ritmo incontenible, para los neutrales hubo fuegos artificiales. Evidentemente, el Barcelona se rebeló. Se mantuvo de pie, sobre todo gracias a una diana afortunada de Barroso. Disparó y la pelota colisionó con Salvat. Despistó a Ballart.

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No tardó en responder el Reus, de hecho ni pestañeó con esa amenaza azulgrana, la pala de Martí Casas, con violencia, perforó el arco de Grau. Curioso. Los de Garcia no eludieron el intercambio de golpes y eso hace mucho que no ocurre ante el Barcelona.

El primer tiempo se finiquitó con los aciertos de Cervera, tras una maniobra mágica de Alabart y el 4-2 de Julià, con suspense, porque la bola ingresó en la red a pleno lloro. El respiro confirmó que el Reus iba a necesitar otra versión en el desenlace, en parte, porque no posee tanta etiqueta en la rotación. Julià, el jugador más rico a nivel táctico, lo entendió rápido, aunque el equipo padeció en el regreso a la pista.

Alabart, en la décima falta reusense, puso a prueba la entereza del Reus en el partido, aunque la respuesta resultó mayúscula de nuevo. Un poste de Oruste acercó de nuevo el éxtasis, aunque Julià, estaba escrito, se encargó de cerrar la noche. Primero, interpretó que cada ataque necesitaba más pausa, menos ida y vuelta. El criterio siempre le ha distinguido. En una aventura individual majestuosa sorteó el sistema defensivo azulgrana y definió como un malabarista. Levantó la pelota a media altura y la picó ante Grau. Un best seller de Sant Jordi.

Con 5-3 y el Barça a nueve faltas daba la impresión de que el Reus no iba a sentir alivio hasta esa directa que culminara la hazaña. Apareció en el suspiro final, pero Casas, cuando había vencido a Grau, la mandó fuera.

En todo caso, un Clásico no se saborea sin sufrimiento y el cuadro de Garcia se refugió en él en la agonía. Alabart sacó a pasear la pala para el 5-4 y el Barcelona utilizó su 5 para 4 sin portero para la épica. Crecieron los biorritmos, pero no hubo que lamentar males superiores. Ante el bombardeo, el Reus activó su espíritu de resistencia y celebró. Celebró mucho. No es para menos.

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