Mi primera visita fue en 1999, un año antes del fin del mundo y cuando en Pekín las bicicletas eran aún las reinas de las calles. Unas calles que crecían sin parar, unas obras que se veían por todas partes. En los hutong, los callejones del casco antiguo, aún podías ver a los viejos jugar una partida de Ma-jong. Construidos durante las dinastías Yuan, Ming y Qing, los hutongs de Pekín estaban repletos de viviendas ubicadas en torno a un patio cuadrado en las que los habitantes llevan una vida tradicional anclada en el pasado. La mayoría de las viviendas no disponían de cuarto de baño, por lo que era muy común encontrar a sus habitantes dirigiéndose a los baños comunitarios o bien lavando la ropa en las zonas comunes del barrio. Los Juegos Olímpicos del 2008 se llevaron muchos por delante y los que resisten son un enjambre de turistas en busca de fotos. Recuerdo las dificultades por filmar en Tiananmen. La Puerta del Cielo. Nuestro equipo estuvo seis horas esperando que alguien verificara los permisos. Entre tanto,una pareja me dejó jugar con su bebé que, en vez de llevar un pañal, llevaba un pantalón con una abertura y que por supuesto no dudó en mearse encima mío ante el jolgorio general, incluido el de los guardias que unos minutos antes casi me envían al desierto del Gobi. Esa China, ya no existe, pero su poder actual estaba escrito en esa calma previa a la tormenta.
China
07 abril 2025 20:48 |
Actualizado a 08 abril 2025 07:00

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Un articulo de Natàlia Rodríguez
Directora
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