La operación del PP para desviar la atención de la catástrofe valenciana se jugaba a varias bandas. Por un lado, identificar un peso pesado para cargarle todos los muertos: Teresa Ribera. Por otro, colocar al frente de la reconstrucción a un profesional que no reclamará rédito político. La primera les ha salido rana, la segunda les ha salido bien. Centrémonos en la primera. Teresa Ribera, candidata a ser vicepresidenta de la Comisión Europea y jefa suprema de la cartera de la Unión Europea de mayor calado y trascendencia como es la de la Competencia, es decir, velar por las leyes del mercado único europeo, es uno de los grandes valores de Pedro Sánchez. La solvencia y capacidad de trabajo y diálogo de Ribera fue un reclamo mayor de la última presidencia española de la UE en 2023. Sus comparecencias ante las comisiones del Parlamento Europeo eran seguidas masivamente y valía la pena ver cómo respondía a las preguntas de sus señorías.
La cartera de Competencia ha sido históricamente la más preciada de la UE. Las competencias exclusivas en este tema de la Comisión Europea y la capacidad de doblegar a gigantes como Microsoft o Google dan al comisario de la Competencia un aura de James Bond europeo con superpoderes. Pero la manipulación grosera del PP y de su presidente, Alberto Nuñez Feijóo, para defender lo indefendible, la actuación de Carlos Mazón, han precipitado una crisis en Bruselas. Obligar al PP europeo a votar contra la candidata española era reconocer de hecho que el pacto no escrito que rige en las instituciones europeas desde su creación es papel mojado. Los equilibrios entre conservadores, socialistas y liberales han sido siempre respetados en Europa. Del mismo modo que se respetan los equilibrios entre grandes y pequeños países para evitar una situación de no-gobierno. La UE tiene horror al desorden y un respeto sagrado a los pactos. Pacta sunt servanda. Se respeta la palabra dada. Feijóo ha manipulado a Manfred Weber, un personaje algo triste y gris, a las puertas de unas elecciones en Alemania donde su partido, la CDU, se juega la cancillería. Han jugado con fuego y se han quemado. Le va a tocar quedarse solo mientras todo el PP europeo vota a Teresa Ribera. Ursula von der Leyen debe estar que trina con sus correligionarios.