En Campclar, Campo Claro para los que hemos nacido y nos hemos criado allí, existen los marrones, los rosas, los verdes y los azules. No son colores distintivos de partidos políticos. Son los colores que diferencian a los edificios de una de las zonas del barrio de Ponent. Ese es el lugar que muchos dibujan como el infierno porque nunca han puesto un pie en él.
Iván Bonilla es un vecino de Campo Claro al que le ha tocado como vocal segundo en una de las mesas del Escola Campclar por culpa de un servidor. Sí, yo era el vocal titular, pero por motivos laborales, cubrir la jornada electoral para este medio, no he podido serlo.
La casualidad es que nos conocemos de toda la vida. Hemos sido vecinos puerta con puerta y él me ha visto crecer. Cuando llego al colegio él ya ha visto mi nombre en la lista y me lo confirma entre risas: «Ya he visto que te has librado». Nuestra charla no es de periodista a entrevistado, sino de amigo a amigo. «Hace una semana me llegó el aviso. Son mis segundas elecciones en la mesa. En el 2019 fui presidente». El caso de Bonilla es más llamativo todavía porque ha regresado al barrio tras cuatro años viviendo fuera en Málaga. Volvió en noviembre y su radiografía del lugar que creció es diferente a la de la opinión pública: «Yo veo bien al barrio, incluso mejor que antes. Campo Claro tiene mala fama, pero desde mi punto de vista va a mejor en todos los aspectos».
A Campo Claro se le ha dicho tantas veces que es el patito feo que da la sensación de que se lo ha acabado creyendo. Es una zona a la que se le recuerda tanto sus defectos que muchos de sus vecinos han terminado por una de dos: o creérselos y actuar basándose a ellos o marcharse y dejar al barrio abandonado a su suerte. Luego están los que resisten. Son muchos. Esos humildes y honrados trabajadores que viven su vida con tranquilidad y se dedican a tirar para adelante sin molestar a nadie. Los grandes olvidados... porque de ellos nunca, o casi nunca, se habla.
Iván Bonilla, vocal: «Me llegó el aviso hace una semana. Veo al barrio bien, mejor en todos los aspectos»
Pilar García pertenece a este último grupo. Es una mujer que acude con su marido antes de ir al mercado de Bonavista. Se le nota crispada con el barrio, pero eso no impide que madrugue para ir a votar: «Campoclaro está muy mal. Viene gente muy conflictiva, hay pelea, apuñalamientos... de todo. Hay gente que no somos así, pero no tenemos dinero para irnos y la edad tampoco acompaña a ello».
Una opinión parecida tiene un joven magrebí que prefiere no revelar su identidad, pero que se muestra también muy duro con el barrio: «El barrio va a peor. Yo vine a vivir aquí hace 25 años y Campo Claro estaba mejor. Hay partes en las que hay más droga y eso provoca más enfrentamientos. Me quiero ir de aquí porque no me gusta estar aquí y no me siento seguro».
Mientras que espera su justificante laboral, el joven lanza una pulla directa a los políticos: «Si el Ayuntamiento no hace nada, el barrio va a ir a peor. Tienen que hacer algo, ayudar, reforzar y sobre todo venir. El único alcalde que yo he visto que ha venido ha sido Ballesteros y hace ya mucho tiempo. Los otros alcaldes nunca les he visto. Si no vienen a verlo con sus propios ojos, hablan por hablar».
Pilar García: «Campo Claro está muy mal. Viene gente muy conflictiva. Hay gente que no somos así, pero no tenemos dinero para irnos»
Son tres opiniones válidas de gente en situaciones diferente. Un vecino que ha regresado, una mujer que crispada ve como Campo Claro empeora y un joven que ha decidido que quiere marcharse. Dos de los testimonios se arropan en la resignación. No hay ilusión en ver cambiar el barrio ni en el día en el que el futuro de Catalunya se decide. Algo se estará haciendo mal para que reine la apatía. Se vota sin ilusión y sin convencimiento. Campo Claro ha perdido la fe.